martes, 2 de junio de 2015

CURTIZ, Michael. Alma en suplicio (1945)

Pues me ha gustado mucho, mucho de verdad. Plantea dos debates. El primero, muy intuitivo, sobre si puede a los niños dársele siempre todo lo que quieren, y, el segundo, sobre si la clase, el estilo o la forma de ser sofisticado puede comprarse con dinero.
El primero es evidente, siempre que se excede un límite los mayores perjudicados son los propios niños, los propios hijos. En este caso es un de los más gráficos. La niña acaba convirtiéndose en una auténtica idiota, imbécil, estúpida. No se trata de caprichos de una niña mal criada, se trata de algo más grave, más profundo, que afecta a su propia personalidad. Es evidente que a los niños no se les puede mal criar dándoles todo lo que piden. La propia niña, después de disparar a su amante, marido de su madre, le dice a ella que la ayude porque lo que ha ocurrido es tanto la culpa de ella como de su madre...
El segundo es más complejo, porque la ética del trabajo es un producto de la postguerra, una visión de la vida y de la persona, del dinero y del éxito que tienen mucho que ver con la sociedad salida del conflicto bélico, importada de Estados Unidos hacia Europa, aunque aquí ya la apreciación de estas realidades estaban tratadas desde hace, desde hace muchos siglos, más de veinte.
Y no, la impronta de eso que consideramos clase no se consigue con el dinero que da el trabajo. Otra cosa, otro debate, otra realidad es si preferimos el tipo de dinero que viene de estirpe del que procede del propio trabajo.
Y la respuesta es, evidentemente, no.

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