viernes, 10 de septiembre de 2021

§ 2.450. El pastor de las colinas (Henry Hathaway, 1941)

 

De las pocas de Hathaway que me quedan por ver. Director al que adoro, en casi todo lo que hizo. Un título célebre en su filmografía, con un Wayne muy joven y todavía no la gran estrella que llegó a ser. Le acompañan una joven Betty Field, que no tiene una carrera larga ni prolífica, y Harry Carey en el papel de predicador, que no sólo lo borda, sino que le da una corporeidad y una profundidad tal que queda como modelo. Un actor magnífico que transitó del cine silente al sonoro sin ningún problema. Una de las primeras superestrellas del cine, de la industria.
Un Western diferente, más por el contexto que por la trama, por otra parte algo dramática, poco optimista, con un trasfondo de oscuridad y melancolía. Incluso tiene tintes mágicos en la figura del predicador, que aparece sin ser llamado y se hace imprescindible.
El mito del forastero que viene de no se sabe donde y se hace imprescindible en la comunidad. Una especie de médico del cuerpo y del alma que viene a la comunidad sin ser llamada y sin explicar las razones que le llevan a instalarse allí. Al comprar el predio todo se aclara, y la narración ya está en marcha. 
Me recuerda vagamente a "Las uvas de la ira", de John Ford, en los personajes desdichados, en las ropas y la miseria de la vida, en la falta de perspectiva vital, en la melancolía y la amargura que destilan las relaciones entre los personajes.
Lo paisajes son maravillosos, probablemente totalmente naturales. Seguramente hay pocas escenas de estudio. Y la música también es relevante, más como acompañante que como recurso narrativo propio.

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