El tratamiento de los planos tan cercanos a los rostros es algo muy característico de Fuller. La historia no tiene mucho juego, y no está del todo bien presentada, infantil y poco evolucionada. Pero funciona. Al menos por un rato. El racismo no es una cuestión fácil de manejar en el cine. No siempre se consigue el tono lírico necesario para expresar lo que se quiere decir. En este caso la cuestión se complica porque no es un racismo típico. Además el momento en el que se produce la historia es recién acabada la guerra de Korea en 1950, sólo cinco años desde el fin de la II GM, y no hay ninguna referencia a esta cuestión.
Muy interesantes los planos iniciales y finales de las calles de Los Ángeles, llenas de coches, cines y locales de espectáculos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario