martes, 30 de abril de 2019

§ 1.619. Ike. El desembarco en Normandía (Robert Harmon, 2004)

Un telefim para la televisión de eso que, la verdad, están perfectamente hechos. Muy bien narrado, con intensidad creciente y con un fondo histórico real y cierto. 
Tom Selleck está soberbio, una de sus mejores interpretaciones. Sobrio, contenido, maduro, correcto. No es nada histrionico, deja hablar a sus colaboradores, y no es soberbio, no es arrogante y no pretende tener razón, sólo quiere ganar la guerra con el menor coste posible en vidas humanas.
La lucha por el poder militar en la trastienda está bien narrada. Era natural que Montgomery quisiera gobernar el desembarco, pero probablemente el mejor capacitado para aglutinar el mando en torno suyo fuera Dwight ”Ike” Eisenhower. EE.UU. ponían más hombre, más material, más dinero, más medios, más muertos... Y ese tipo de 'argumentos' pesa en las decisiones políticas a tomar en torno al ejercicio del mando.
Hay una gran verdad que dice el Primer Ministro Británico Winston Churchill al comienzo de la cinta: te entregamos el máximo poder militar de la historia, la capacidad concentrada en una sola persona.
Dura lo justo y muestra lo que tiene que mostrar, no se hace pesado y puede verse por segunda vez. De hecho ya la he visto porque la tengo fichada, pero antes de comenzar el blog, antes de mayo de 2012, hace como poco siete años. No me acordaba de ella, pero cuando la compré tenía claro que era una buena elección.
Me ha gustado. Está bien hecha y responde bien a lo que se espera de ella.

lunes, 29 de abril de 2019

§ 1.618. El león (Jack Cardiff, 1962)


Película de aventuras en África. Con un guión un tanto enrevesado, aunque con paisajes y estructura muy clara y bien trazada. El padre de una niña es llamado por su ex mujer para que regrese a Africa a recoger a la hija en común y poder cuidarla fuera de allí, en Europa o EE.UU. La niña en una especie de salvaje que ha adoptado un león, ya adulto, que va a visitar varias veces para jugar con él. Un argumento un poco enrevesado, para que funciona más o menos bien.
El director, Jack Cardiff fue, al parecer, un gran cameraman, que trabajó para los mejores directores de la época y consiguió por Narciso Negro un Oscar por la fotografía. Alternó siempre trabajados de director y de director de fotografía, tuvo una vida muy larga y fue bastante considerado y premiado.
Sólo había visto dos películas suyas: Los invasores (1963), y Último tren a Katanga (1968). La primera mejor que la segunda.
La película funciona por William Holden, y Trevor Howard, con una protagonista femenina Capucine, y la niña es interpretada por Pamela Franklin. Trevor Howard es el segundo marido de la madre, quien a adoptado a la niña y el propietario de un rancho en medio de la selva africana, en donde la niña crece y se desarrolla en plena naturaleza. La madre juega un papel extraño, no se sabe por qué ha mandado llamar al padre de la niña, si por ella o porque su ruptura todavía no le ha olvidado. Parece querer más a su primer marido que al segundo.
Los paisajes son espléndidos, sin duda alguna rodados en África, en Kenia, en Tanganica según se precisa al comienzo de la cinta. Un color brillante, en el formato cinemascope que queda muy bien en el cine, pero quizá algo peor en casa, en una televisión que tiene que funcionar con el zoom. 
Holden y Capucine se hicieron amantes, al parecer, en esta película.
Se deja ver, no se hace pesada, pero el drama que gira alrededor del león y la niña no se sostiene mucho. Quizá un metraje algo más contenido hubiera sido más apropiado. Además, tal y como se representa el león es inverosímil la situación. Es un león enorme, adulto absolutamente, con una niña muy pequeña, de unos 8 ó 9 años.

domingo, 28 de abril de 2019

§ 1.617. El Dorado (Howard Hawks, 1966)


Una obra de arte. Cada vez me gusta más, y cada vez la veo más interesante que Rio Bravo, de la que es prima hermana.

jueves, 25 de abril de 2019

§ 1.616. The Tall Target (Anthony Mann, 1951)


Rápida, directa. Muy contenida, en un escenario reducido, pero eficazmente resuelto. Él, Mann, que era el Dios de los espacios abiertos, de las montañas, de los grandes rodajes al aire libre. Ahora reduce todo su potencial y rueda entre cuatro paredes, dentro de un tren, con una cierta sensación de claustrofobia.
Un policía, llamado John Kennedy curiosamente, sospecha que van a asesinar al Presidente Linconl en una estación de tren, al inaugurar un ferrocarril. Al parecer es un hecho real, de los tantos que ha elevado a la categoría de mito el cine norteamericano.
Bien rodada, metraje contenido, se conforma con 78 minutos, un guión bien resuelto y suficiente tensión como para no perderse detalle.
No soy capaz de reconocerle en su cinta, no tiene esos signos tan característico del cine de Mann, los planos largos, los trávelling, los caracteres de hombres hechos a sí mismo, duros como el pedernal, soberbios en su idea fija de sí mismo... hombres del Oeste para cualquier clase de comportamiento.

§ 1.615. El club de la lucha (David Fincher, 1999)


No sé cómo puede la gente valorar esta película como una obra de arte. Me gustaría apreciar qué nota le pondrían a Laura, o a Forajidos, o a Perdición...
Ciertamente es una película distinta, rompedora, con una forma singular de narrar las cosas, con una doble situación a veces (casi siempre) muy difícil de comprender...
No le he llegado a coger el ritmo, no sé cual es su mensaje. No entiende qué quiere decir. Parece un relato contra el consumismo, pero puede verse como una alegoría del cooperativismo, como una nueva religión mediática. No le he cogido la onda en ningún momento.
La creación e un ejército de soldados adiestrados para atentar contra el sistema (¿qué sistema?) para provocar un caos... Con qué objetivo, para qué...
¿La idea es volar edificios que representan la sociedad actual?
Es demasiado larga y con una pretensión mesiánica que no va a ninguna parte...
Fincher es un director diferente, distinto. Y eso es meritorio, peo de hay a decir que es una obra de arte, es excesivo. Ni creo razonable que deba verse dos veces para entenderla, ni sé si pretende algo concreto. Una especie de activismo contra el sistema, un comunitarismo capaz de idealizar el subconsciente  y proyectarlo en acción. El personaje creador del club es, en realidad, la proyección de lo que el subconsciente desea, la forma de liberarse de la vida de mierda que lleva el protagonista. Pitt es, en realidad, el alter ello de Norton. Y la creación de la sociedad transgresora, la violencia radical con las peleas, la relación con la chica, todo forma parte de lo que sublima para llevar la vida que lleva.
Empieza como acaba. ¿La destrucción de los edificios es el derrumbe de las certezas en las que había edificado su vida?
No son mi clase favorita de películas.

martes, 23 de abril de 2019

§ 1.614. La costa de los mosquitos (Peter Weir, 1986)


Película perturbadora, intensamente conflictiva, nada fácil de ver y con más mensaje que el que el director saca de ella.
No se explican las motivaciones por las que el inventor y su familia abandonan América par instalarse en medio de la jungla de centroamárica. Pero llega a conseguir lo que se propone. Aunque no queda claro que después de haberlo conseguido le sepa a algo, le saque utilidad, le satisfaga. No es un ego lo que le llevó a abandonarse, ni un resentimiento, ni un desencanto. Es la creencia, alocada e infantil de superioridad moral que tiene sobre todo lo que le rodea, y sobre todas las personas con las que se relaciona.
Se convierte en el Dios menor de un pedazo de selva y sus habitantes, pero la sumisión que pretende de todas las personas que le rodean le hacen especialmente peligroso, y, sobre todo, inaguantable... No es que vaya perdiendo la razón poco a poco, en ese aislamiento convivencia en el que idea máquinas y técnicas como si fuera un demiurgo, es que siempre ha estado fuera de la realidad, por encima de todo pero, al mismo momento, por debajo en las estructuras básicas del comportamiento humano. Es un enajenado y siempre lo ha sido.
El frío es civilización, el aire acondicionado también. Y es una gran verdad.
Obviamente, cuando Paul Treroux escribió la novela ya había leído Cien años de soledad... ...pero subir hielo a una civilización perdida dentro de la selva del centro de américa no se comprende bien.
Harrison Ford hace bien su papel, Hellen Mirren no cuaja, no encaja en la cinta. Quizá porque su papel no se explica del todo. No soy capaz de comprender cuál es la motivación por la que una madre de familia permite aventurarse en una epopeya como la narrada.
Las motivaciones de él quizá pueden ser entendidas, pero las de ella no.
Lo que se hace raro es le invasión de los soldados. No se sabe qué quieren, ni por qué han venido, ni lo que esperan. La idea de echarles destrozando todo es peregrina, y, obviamente, no va a funcionar. Pero su locura aumenta precisamente desde ese momento.
Dios creo y construyó un mundo, él también. Dios no lo destruyó, pero él sí.
No se sabe por qué están allí, ni qué quieren. Simplemente funcionan como espoleta de su propia locura interior.

domingo, 14 de abril de 2019

§ 1.613. La venganza de Ulzana (Robert Aldrich, 1972)


Tengo a Aldrich como un director excelente, con películas estupendas y llenas de potencia. Y esta es una de ellas. Con el magnífico Burt Lancaster a la cabeza, que es capaz por sí mismo de llenar la pantalla.
Es un Westher descarnado, a veces violento, pero no por el afán de serlo, no por el capricho de mostrarnos lo más salvaje del ser humano, sino porque es su naturaleza, su ser más propio, donde muestra su ser más escondido. En muchas películas suyas la violencia es un personajes más de la trama. Y esta no es menos.
El otro personaje son los caballos, que están presentes desde el principio hasta al fin.
Tiene algo de Westher reposado, maduro, sereno. No hay prisas, no es que sobre el tiempo, es que cada cosa tiene su propio ritmo, y eso no lo va a cambiar la necesidad de encontrar a Ulzana. Me gusta mucho que no explique las razones por las que los indios se levantan, probablemente porque está en su propia naturaleza, en su forma de ser.
El racismo que exudan los soldados hacia los apaches no les hace ningún favor, les dificulta incluso la comprensión de lo que sucede, no ya de la táctica a seguir y la forma de abordar los problemas, sino de la completa estrategia que debe rodear todo propósito, también la persecución de los huidos de la reserva.
La capacidad de análisis del sargento es poca, pero tiene una ventaja, que es capaz de escuchar al indio que les acompaña como guía y al blanco que conoce el terreno, la problemática de los indios y es capaz de mantener la sangre fría.
Los secundarios están perfectos, sobre todo Bruce Davison que borda su papel de teniente excesivamente pretencioso y con necesidades de creerse a sí mismo en su papel de mandamás del grupito que persigue a los indios.
Los escenarios naturales evocan películas más ambiciosas, Wester de los años 50 y 60 tremendamente ambiciosos en cuanto a los decorados y la ambientación.

§ 3.390. Sacco y Vanzetti (Guiliano Montaldo, 1971)

  Una muy buena película, con una crítica dura al sistema político americano, su aversión a los sindicatos libres de trabajadores y a todo l...