miércoles, 10 de abril de 2019

§ 1.612. Huracán (John M. Stahl, 1939)

Melodrama. El Rey del Melodarama, el "Auténtico Rey del Melodrama" podría decirse, con permiso de Sirk, que es quien llevó el género más lejos.
Stahl es un directo algo olvidado, seguramente no muy conocido por el gran público y casi seguro que con una filmografía poco editada.
Todo gira en torno al drama que acontecerá. No sabes por qué, ni cuándo, pero sabes que acaecerá, antes o después, con mayor o menor dolor, pero sucederá. Es inevitable. Además en esta cinta sabes qué va a ser, cuál es la manifestación de ese melodrama.
La mejor película del género es Un lugar en el sol (George Stevens, 1951), aunque a mi me han gustado siempre las de Sirk. Pero hay que reconocer que Que el cielo la juzgue (1945) y, sobre todo,  Murallas Humanas (1948) Stahl se ha ganado un hueco en mi videoteca. Me parece magnífico, delicado, con sutilezas y madurez emotiva. Las tres que he visto de él, incluida esta, me han gustado, aunque esta la que menos.
La trama es sencilla: un pianista muy famoso entre a comer en una cafetería el menú del día y se queda prendado de una camarera, a la que invita a salir un par de tarde. Una de ellas cae una gran tormenta, y les obliga a refugiarse en una iglesia para guarecerse de la tormenta, del huracán. Él está casado, pero con una mujer enferma mentalmente por el nacimiento de un hijo muerto, y al conocer a la camarera entiende que su momento ha llegado. El final es previsible.
Los protagonistas son Irene Dunne, y Charles Boyer, ambos muy metidos en el papel de enamorados sin futuro que caracteriza este tipo de amores ruidosos y tórridos desde el punto de vista emocional.
Charles Boyer tiene esa tristeza tan característica del hombre torturado y suficientemente maduro como para saber lo que tiene que hacer, que no siempre coincide con su felicidad. Su interpretación es sobria, poco emotiva, dura sin ser arisca, educada sin pedantería. Siempre le recuerdo en papeles atormentados, poco felices, sin remisión por sus pecados, incapaz de dar un giro a su vida para obtener lo que persigue. No es un actor al que tenga simpatía, quizá precisamente por esa infelicidad que transmite. Sí le recuerdo con intensidad en Arco del triunfo (Lewis Milestone, 1948), La tela de araña (Vicent Minelli, 1955), y Los cuatro jinetes del Apocalipsis (también de Vicent Minelli, 1962), y, sobre todo en Luz que agoniza (George Cukor, 1944), quizá su papel más recordado y, seguramente, el que le lanzó a la fama.
Irene Dunne era una gran estrella, una dama del cine, sobre todo de los años 20, 30 y 40. Siempre en papeles dulces y sobrios, trabajó con los mejores: La Cava, Cromwell, Negulesco, George Marshall, George Stevens, Curtiz, Charles Vidor, Clarence Brown, Victor Fleming, y Leo McCarey.

martes, 9 de abril de 2019

§ 1.611. El griego de oro (J. Lee Thompson, 1978)

Aunque ha pasado tiempo y se han rodado películas parecidas no está mal, se deja ver aunque ha envejecido. No tanto por las interpretaciones, sino por la temática, manida y muy trivial... muchas veces vista ya en esta sociedad de consumo de ediciones, sobre todo en televisión.
Anthony Quinn está soberbio, como siempre. Muy metido en su papel da perfectamente el pego. Jacqueline Bisset es la clásica guapa entre las guapas que da bien en la cámara, pero que tiene limitadas capacidades interpretativas.
Descaradamente es una copia del romance entre Aristóteles Onasiss y Jacqueline kennedy, con los cambios de escenarios y personajes necesarios para que no hubiera problemas legales.
Los paisajes son espectaculares y las tramas intermedias está bien tratadas. Pero no cuaja del todo, probablemente porque es muy difícil organizar una película excelente sobre una realidad tan conocida como la vida de dos de los personajes cuyo romance fue, literalmente, retransmito en directo, fotografiado y televisado en decenas de programas. Probablemente todavía sigue dando de qué hablar y seguramente habrá decenas de series de televisión y películas sobre el tema. La película no muestra nada más que el glamour y la superficie de su romance. Recuerdo haber visto una serie de televisión sobre la vida de Onassis que me pareció magnífica, muy centrada en la relación con las mujeres y el sufrimiento que provocaba su relación tiránica y hedonista. Pero esta película no se centra en este aspecto, sino en el papel más frívolo y desenfadado.
Si intenta mostrar el desprecio que sentida ella por él, casada probablemente sólo por su dinero y su poder. La relación no debió ser ni feliz, ni duradera, ni siquiera potente desde el punto de vista sexual. En su biografía se cuenta que él volvió a María Calas dado el temperamento volátil y excesivamente caprichoso de ella. En todo caso es evidente que no podía salir bien, y los últimos veinte minutos de la cinta se dedican a narrar su autodestrucción como pareja y como personas.
He repasado las películas de J. Lee Thompson y, la verdad, tiene muchas más de lo que pensaba. Además muchas de contenido social, como británico que era. Siempre le tuve por un director de películas de aventuras, con algún gran éxito en taquilla absolutamente desmesurado comoLos cañones de Navarone (1961), auténtico canon en el género bélico. Me gustó mucho en su momento Una llamada a las doce (1965), que me pareció magnífica, y también me gustó mucho El oro de Mackenna (1969), con el gran Gregory Peck. Otra interesante fue Taras Bulba (1962) que, como películas de aventuras es estupenda.
Luego tiene otra cara, la fase menos bonita de su filmografía: El temerario Ives (1976), El desafío del Búfalo Blanco (1977) auténticamente insufrible... Más allá de este nivel tiene otro con cintas como Justicia salvaje (1984) y las demás que hizo con Charles Bronson, que no son precisamente de las mejores: películas de consumo instantáneo, probablemente alimenticias para su director pero poco creativas y fuera de los cánones de calidad que se le supone a un director de cine notable.
Junto con Quinn también todo El Pasaje (1979) que me pareció decente, aunque no buena del todo.

lunes, 8 de abril de 2019

§ 1.610. Fiesta (Henry King, 1957)

Sigue fielmente la novela de Hemingway, al menos la recuerdo idéntica en sus personajes principales y en la estructura narrativa.
La constelación de estrellas de la película es realmente notable. Pero el resultado no es brillante. De King me han parecido estupendas: Tierra de audaces (1939), y Almas en la hoguera (1949), sobre todo esta última que he visto varias veces. La peplum David y Betsabé (1951) y las de aventuras Las nieves del Kilimanjaro (1952) y El capitán King (1953) me parecen buenas sin más. Y al margen queda La colina del adiós (1955), que la recordaré toda mi vida, pero no por sus actuaciones, sino por algo más trágico, que no quiero ni nombrar.
Esta película es más famosa que buena. Ava Gardner estaba ya en estado pre-precuscular, como Tyrone Power que moriría muy poco después, como Errol Flynn uno de los grandes alcohólicos de la industria. También intervienen Mel Ferrer y un dignísimo Eddie Albert que hace un papel corto pero intenso, curioso pero sobre el que se abren y cierran escenas y puertas narrativas. También interviene Juliette Greco, mucha del cine francés y de una (cierta) intelectualidad chic durante tanto tiempo.
La animalidad de Ava no se muestra con toda su intensidad como en otras películas suyas míticas, para mi insuperable en Forajidos, Pandora y el Holandés errante y La condesa descalza (aunque en esta última cinta estoy completamente solo). No redondea su papel, lo enhebra, pero no lo cose, no lo cierra. Enamorada de un hombre impotente no cuadra con el rol de mujer viuda de un hombre en la guerra, no tiene sentido ni lógica, ni afectiva, ni emocional. En una novela es más fácil construir esa ficción, en una película que pretende sostenerse sobre un romance no consolidados es mucho más difícil.
Algo parecido sucede con Tyrone Power, que aunque fue una estrella rutilante no consiguió nunca una altura interpretativa realmente notable. La verdad es que el papel era difícil, herido de guerra, impotente y enamorado de una bomba sexual como era el animal más bello del mundo.
Mel Ferrer tan hierático como siempre, con presencia y planta, pero nada más.
Pero el que brilla a mi juicio es Errol Flynn haciendo de borracho insufrible consigo mismo y faltón con los demás. Es uno de sus últimos papeles, y no me extrañaría que en vez de actuar simplemente se presentase en el plató para ser quién era y cómo era... Tanto Power como Flynn murieron jóvenes, el segundo de ellos totalmente alcoholizado y autodestruido.
El cansancio de la vida, de la fiesta, el saber que la resaca de la guerra necesariamente tiene que terminar, que la fiesta se tiene que acabar, que hay que crecer, cambiar... está mucho mejor construido en la novela. Aquí no deja de ser sino una simple película de aventuras, emociones amorosas e intensidades frívolas.
Las imágenes de Pamplona y las corridas de toros y encierros, necesariamente tienen que ser auténticas, documentales. Se aprecia bien cuando las autoridades entran en la iglesia. Son claramente documentales, como lo es las de la corrida en la plaza, nadie puede torear así actuando. Necesariamente tiene que ser un auténtico torero, aunque en algunos planos se intercala la cara de un actor.
Me ha gustado la cinta pero no creo que sea de las mejores de King, director muy reconocido y valorado, aunque alejado de los premios y distinciones, aunque de larga carrera, desde el mudo al sonoro, y muchas películas rodadas. Un clásico del cine.

domingo, 7 de abril de 2019

§ 1.609. La pequeña tierra de Dios (Anthony Mann, 1958)


Seguramente una cinta muy personal. Un drama que pretende ser asfixiante pero que no llega a conseguir pasar de costumbrista. No me parece que encaje en la filmografía de Man, hombre peculiar con un estilo muy rico y colorista. No sé cuántos planos tendrá en interiores, pero, la vedad, deben ser pocos. Todo lo rueda en exteriores, todo. Incluso una película como esta que lo propiciaba.
La historia tiene un punto cómico y banal que quizá para una novela sí cuaje, pero dos horas de cine no quedan del todo rellenos. Me parece claramente una obra fallida suya. No creo que tuviese ni siquiera buena prensa. Seguro que no funciono en taquilla. La búsqueda en su propio terreno de un supuesto botín de oro que enterró el abuelo del protagonista es la guía que estructura la cinta. El padre  (Robert Ryan) obsesionado con la búsqueda, dos de sus hijos también, uno de ellos casado con una guapísima chica (Tina Louise) que sigue enamorada de su antiguo pretendiente (Aldo Ray). Pero el argumento no sostiene la cinta. Me parece muy larga, demasiado.
La sensualidad, el calor, el sudor, tiene su gracia en la fase central de la cinta, pero tampoco es capaz, a mi modesto juicio de llenar tanto metraje. La tensión sexual es evidente, antecedente de otras similares y parecidas (luego a centenares...). La chica el guapísima, cantante y actriz que se dio a conocer con esta película prácticamente.
El blanco y negro se ve precioso, pero en color quizá hubiera estado mejor rodada. La música del Elmer Berstein se deja notar.

§ 1.608. Encubridora (Fritz Lang, 1952)


Los Westher de Lang son diferentes, en realidad no son del Oeste, sino dramas ambientados en el Oeste.
Altar Keane es Marlene Dietrich en su divinidad más absoluta, en estado de gracia. Madura, serena, completa. Arthur Kennedy hace lo que puede, y Mel Ferrer está constreñido a un papel menor.
Me ha gustado, pero la verdad, no me parece de lo mejor de Lang, ni mucho menos. Además es un Wester atípico, raro, diferente, no es lo usual, lo acostumbrado...
Rancho Notorious, nombre mítico. Es buena, pero más por lo dramático de la historia que por el montaje...




§ 1.607. Los sobornados (Fritz Lang, 1953).


Una obra de arte, se mire como se mire...
Lo tiene todo, un guion perfecto, una actriz magnífica: Gloria Grahame, un mítico del genero: Glenn Ford, un secundario de lujo: Lee Marvin... bueno, más que secundario intérprete total...
"Ser rico es mucho mejor que ser pobre", Gloria dixit...
Hay algo en la historia que chirría, la capacidad de olvidar el asesinato de la mujer del policía...
Me parece perfecta Totalmente perfecta, de ese tipo de películas que reúnen todas las características para ser totalmente perfectas. Lo de Lang es de otro planeta, es impresionante.
Me gusta mucho Glenn Ford, me parece un actor muy interesante. Lo de Grahame es de nota alta. Una actriz probablemente poco dotada para la interpretación pero con gran carisma y una fuerte personalidad. Guapa sin estridencias, mona y resultona pero nada espectacular, interesante a raudales, con carisma y personalidad. Una actriz impresionante. Con una vida peculiar, amores tórridos y final de epopeya griega...
La película lo tiene todo.

jueves, 4 de abril de 2019

§ 1.606. El último cazador (Daniel Mettheim, 2011)

Interesante cinta, más de lo que parecía en un principio. La veía como un tostón conservacionista, pero se ha revelado como un thriller interesante sobre la búsqueda del último tigre de Tasmania. Los paisajes son magníficos, la interpretación de Willem Dafoe soberbia, muy creíble, con sombras pero con luces, con mucha luces. No se trata de luchar para la obtención de un resultado: la prueba de si el tigre está o no extinguido, pretende ser algo más profundo, la capacidad de averiguar si es posible vivir como se ha vivido, como se quiere vivir. El personaje de Dafoe acude a un reto extremo, que sabe dificilísimo, pero no acude porque crea que lo puede lograr, por dinero y prestigio. Acude porque debe hacerlo.
No es mala película, es entretenida, te mantiene alerta y atento y no aburre. No es demasiado larga y es de una temática diferente, se puede ver, aunque seguramente sólo una vez. Ya vista no tiene mucho más que apreciar. Es de un solo visitando.
Lo que no se comprende bien es por qué no se intenta averiguar la desaparición del marido de la chica, del activista. No es demasiado creíble que un hombre desaparecido no sea buscado. Y otra cosa que carece de lógica es la enfermedad que sobre la madre, no se sabe si es por una ingesta de ansiolíticos por la pérdida del ser querido, o si está trastornada por cualquier otro motivo. La posible atracción física entre ambos no cuaja en ningún momento, rompiendo uno de los cánones y estándar más usuales del cine moderno: la necesidad de crear un escenario de romance que dulcifique el mensaje.
En definitiva una película que se puede ver y que entretiene, sin más.

§ 3.405. Tristeza de amor (Eduardo Mallorquí, 1986)

  Recuerdo algunas noches cuando se emitía la serie y me quedaba a ver algún capítulo. La música es preciosa, la canción en realidad.  Vista...