sábado, 9 de marzo de 2013

Alfred Hitchcock. Rebeca (1940)

   Historia tantas veces contadas que no se sabe cuál es la mejor de ellas. Pero esta, desde luego, es muy buena, quizá la mejor. Una etérea Joan Fontaine asistente de una mujer rica en zona de vacaciones se ve conquistada por un viudo maduro elegantísimo y muy rico, que posee una mansión: Wardervild. El recuerdo de su mujer, Rebeca, está presente en toda la casa, en el servicio, en la ama de llaves, mujer especialmente sombría poco dada a favorecer la convivencia entre los esposos y seguramente enamorada secretamente de él.
   Los acontecimientos se suceden sin que se vislumbre cómo se va a salir del entuerto. Ella, haga lo que haga no consigue que él salga de su marasmo, de su estado de recuerdo permanente, del influjo de su ex-mujer.
   El final es el previsible, su ex-mujer, Rebeca, resultaba ser una mujer mala, tirana emocionalmente, en absoluto enamorada de él, que fallece en un balandro cuando navegaba cerca de la costa. El cadáver aparece levantado sospechas sobre si en verdad fue un suicidio o un homicidio. Un juicio, un amante, una historia lúgubre para olvidar. El cariño y la paciencia de la su mujer consigue que reaccione, que sea capaz de encontrar la salida a su propio laberinto emocional, de ser capaz de 'enterrar' definitivamente a su mujer, amable y encantadora con todos, el servicio incluido, pero sumamente dura con su marido. Un incendio, el incendio, Wandervild, la casa de los recuerdos, el lugar de otro amor, la purificación por el fuego, volver a empezar. El tesón, el cariño y la paciencia de su mujer, no llamada a estas lides pero muy enamorada de él, consigue la catarsis. Arrasada la casa, enterrada su ex-mujer, y muerta en el incendio el ama de llaves, sólo queda empezar de nuevo, en otro sitio, una nueva vida, un nuevo amor.

sábado, 2 de marzo de 2013

WILDER, Billy. Perdición (1944)


     En el cine últimamente las chicas fatal son un puntillo 'guarrillas', no tienen la clase y el estilo de las del cine clásico americano de los cuarenta y cincuenta. Están macizas, frente a las de aquella época, eternamente etéreas, inalcanzables, poco dadas a la exhibición, sutiles, gratamente recatadas, pero terriblemente ambiciosas en el fondo y en la forma. Sumamente fieras, destructivas pero atrayentes, con piernas de escándalo sin necesidad de mostrar escotes de vértigo. La diferencia entre Barbara Stawich y cualquier otra de las de ahora no resiste la más mínima comparación. Ni por asomo. Qué mirada, qué pose, qué manera de cruzar las piernas, qué zapatos, qué cadenita en el tobillo, qué perdición enamorarse de ella...
     Los hombres, por su parte, ahora ya no son capaces de jugársela todo a una carta, de mirar a su futuro y embridarlo en una botella de whisky bebida a sorbitos pequeños. Nada de fumar cigarrillos con la luz apagada solos en la habitación perfectamente vestidos con una corbata de seda oscura. Ya no se desayuna en los bares como en aquellos años, prósperos en la ilusión, al menos, de la gente.
     Ya no hay películas como Perdición. Canónica donde las haya. Fiel al estilo propio del posiblemente mayor genio de la historia del cine: Wilder. Perdición debe verse al menos una vez al año. No menos de treinta veces en la vida. Ayer, que seguramente fue la novena o décima vez que la veo, descubrí el seto de flores de la entrada de la casa de ella. Qué cosa más bien hecha, que bonito... Siempre hay algo nuevo que ver en la película, otro diálogo que se  te ha pasado, una mirada nueva. Esa pistola bajo el sillón, esa frialdad en la mirada cuando se aprieta el gatillo, esa mancha de sangre que fotograma tras fotograma es de mayor espesor y longitud, empapando el traje de fieltro a cada minuto con mayor intensidad. Ese brazo que no puede mover por el dolor..., ese último cigarrillo en la puerta de la compañía de seguros. Ese pensamiento último hacia ella, la reflexión de si ha merecido la pena, y en convencimiento último de que sí. De que la vida es eso,   de que se condensa en la longitud de la pierna, en la cadera, en ese único beso de toda la película...
     Ya quedan menos días para volverla a ver de nuevo...

domingo, 24 de febrero de 2013

SIRK, Douglas. Ángeles sin brillo (1958)


Muy buena película, para mi de un conocido pero no visto Sirk. De la escuela que gusta.
Hudson muy bien, mejor actor del mito que se instaló en vi después de verle, comedia tras comedia, con Doris Day y demás fauna blanca.
La chica, la femme fatale es una Doroty Malone que no me suena de nada, de nada. Es guapa, bonitas piernas, y un pelo de rubia platino muy de la época ya pasado. Guapa y lista, pero no tonta. Lo de las pupilas de los hombres maduros en la rubia platino de Sabina le pega bien, sin ser exactamente como dice.
El aviador, héroe de guerra al terminar la contienda viaja de pueblo en pueblo, como si de un feriante se tratase, haciendo exhibiciones aéreas y carreras de aviones. La chica salta el paracaídas. Tiene un hijo en común. 
Un periodista pretende hacer un reportaje de toda esta trup y se queda fascinado por el modo de vida, la capacidad del ser humano de adaptarse, la poca consistencia que le damos a las relaciones humanas, la falta de entidad y constancia en los afectos y en las relaciones.
Lógicamente entre el periodista y la chica hay algo más que pasión soterrada, hay una complicidad de ella hacia él que hace que toda la perspectiva del artículo periodístico cambien, se racionalice, se vuelva más humano.
Al final el aviador muere, y ella se echa en brazos del hombre maduro con las pupilas ávidas de rubias platino y el papo lleno de whisky de calidad relativa.
El periodista toma cartas en el asunto y consigue que la chica vuelva con su hijo a su casa. La entidad de la honradez del héroe de guerra se merece un final así.
Muy buen retrato de una realidad pocas veces asumida: los héroes son seres humanos, que ademas en EE.UU. tuvo que tener una faz realmente cruel. Soldados encumbrados como dioses cuando la bestia de la guerra funciona, arrinconados en el ostracismo cuando políticamente conviene. El otro día decía el periódico que el soldado que disparó, y acertó, a Bin Laden había dejado el ejercito... no tenía ni prestación por desempleo, ni ningún tipo de ayuda social de ninguna clase...

sábado, 23 de febrero de 2013

FORD, John. La legión invencible (1949)

Buena película del maestro de maestros. Aunque yo no soy muy "fordiano" me parece que rueda magníficamente, trata las imágenes con delicadeza y caracteriza personajes con maestría. No creo, sin embargo, que esta sea su mejor película. Wayne soberbio, como siempre. No puedo comprender cuál es la razón para que progresía bienpensante entendiera que Wayne era mal actor. Facha al parecer lo era, y mucho, como la clase media americana de la época, pero actor era un pedazo de actor.

viernes, 22 de febrero de 2013

LEONE, Sergio. Agáchate, maldito (1971)


Prescindible película muy mejor de Leone, con un metraje excesivamente largo, y con la curiosidad que tengo que preguntar a algún experto en el tema de si la música es la misma que en "Hasta que llegó su día", que esa sí es un obra de altura.

sábado, 16 de febrero de 2013

Siri Hustvedt: El verano sin hombres, Anagrama, Barcelona, 2011, 218 págs.


La broma de la página 112 es suficiente para dar por acabada una novela que no tuve que empezar. Es insufrible por Dios, que horror de delirio de escritura automática, sin medida, sin mesura, sin ningún tipo de análisis de personajes, sin auténtica trama, sin ritmo, sin pulso... Nada... Y lo de la página 112 es para cerrar el libro y no volver a leer nada suyo nunca más. Así lo haré. Lo de Elegía para un americano, bueno, tiene un pase, esto no. Ni mucho menos. No dudo que para un determinado público le guste saber qué va a suceder con La Pausa, pero es que no lo cuenta ni siquiera con gracia.

CURTIZ, Michael. Ángeles con caras sucias (1938)


Magnífica película del género, o mejor decir, subgénero de chicos malos de la calle redimidos por un padre muy de la calle. Un Pat O´Brian casi tan bueno en el papel como Karl Malden en las típicas de Elia Kazán, y un Cagney soberbio, frente a un apocado Bogart.
Cine en estado puro, setenta y cinco años después de haberse rodado. Cine del bueno, del único, del intemporal. Cierto es que te tiene que gusta el género y no es de los más agradables.

§ 3.403. La seducción (Fernando Di Leo, 1973)

Un director al que le tengo por un maestro del cine europeo de acción. Una película de "Seducción" no parece el mejor escenario pa...