domingo, 23 de enero de 2022

§ 2.587. - El pirata Barbanegra (Raoul Walsh, 1952)

 

Aventuras, piratas, riesgo, Linda Darnell, casi nada... Esa belleza racial, auténtica, contundente, masificada, rotunda... una de las bellezas del cine, una mujer bellísima, no especialmente una buena actriz, cumplidora simplemente.
La historia, como todas en las que se metía Walsh es entretenida, sin análisis sicológicos, sin pretensiones oníricas, sin propósitos pretenciosos, sin nada que ocultar. Un cine honesto, profundo, discreto pero imprescindibles. Walsh es de esos directores que forjaron la doble sesión de cine en las pantallas de medio mundo. Hacía películas con una maestría y una profesionalidad digna de encomio, pero que llega al gran público, seguro de sí mismo y con una gran audiencia.
Entretenida, pero sin fondo. No especialmente brillante en la filmografía de Walsh, que no sólo es excelsa en calidad, sino también en cantidad.

sábado, 22 de enero de 2022

§ 2.586. Tambores lejanos (Raoul Walsh, 1951)

 

Una mezcla entre Western y aventuras, en un  formato clásico de cine de evasión, de entretenimiento, incluso de doble sesión en el sábado tarde de tantos niños en el mundo, España incluida. 
Pero de una viveza, de una construcción argumental, de un guión previsible pero muy bien edificado a cargo de Niven Busch, y Martin Rackin. La música es, como en tantas películas de cine, de Max Steiner. La fotografía la lleva Sidney Hickox.
Gary Cooper que estás en los cielos es acompañado por Mari Aldon, que tiene un aire a Virginia Mayo pero sin su apostura, sin su gracia, sin la forma de moverse.
Cada vez me gusta más Walsh, Hathaway, Wellman, Hawks, Ford, los directores que cuentan cosas, aventuras, acaeceres, sucesos, circunstancias. Todos cuentan cosas, claro está, pero unos de una forma enrevesada, complicada, alambicada. Y estos directores abogan por planteamientos sencillos, simples, en relatos sin dobleces, lineales, evolutivos, tranquilos. Sin ostentaciones técnicas, sin alardes, sin planteamientos estéticos rupturistas, sin que el espectador tenga que desviarse del asunto central, que es la historia y su desarrollo.
Aquí se cambian indios Cheyenes o Apaches por Semínolas, y los fuertes por la naturaleza salvaje de los pantanos. La lucha no es por ganar en una batalla, sino por atravesar el desierto mojado que son los pantanos.
Bonita, muy colorida, de gran formato. Entretenida, con su historia de amor y su moraleja. No es de las mejores de Walsh pero, desde luego, es interesante.

§ 2.585. Rocky V (John G. Avildsen, 1990)

 

Se volvió al director original, al que inventó la fórmula, al que hizo una película bastante decente. Ésta, siendo mejor que las partes II,  III y IV, no es, tampoco aquella.
Recupera, como todas, material de las anteriores sagas, y lo sitúa bastante bien en el escenario emocional de la historia, pero es una fórmula agotada. No da para más.
En cada una de las de la saga se enfrenta a uno de los miedos humanos, en cada película a uno distinto: en la II a sí mismo y sus posibilidades de volver a tener suerte; en la III a un enemigo indestructible que recuerda mucho a él, pero sin su bondad, en la IV al doping y la tecnología, y en esta a las lesiones y el miedo a lesionarse de por vida.

§ 2.584. Rocky IV (Sylvester Stallone, 1985)

 

Sin ninguna duda la peor de las cuatro de la saga. Llena de tópicos, con un guión muy poco inteligente y muy poco trabajado. De los 90 minutos que dura no menos de 20 son reutilización de las anteriores películas.
La parte de la preparación, con la música tan propia, sí tiene algo de interés, pero poco más.
La excitación de los odios entre la URSS y USA a costa del boxeo como nuevo escenario de combate no deja de ser un recurso demasiado básico como para durar como buena película. Un producto más de los ochenta, así hay que tomárselo.

viernes, 21 de enero de 2022

2.583. Rocky III (Sylvester Stallone, 1982)

 

Bueno, no deja de ser una secuela de una película decente. Cada película es peor que la anterior, menos brillante, más vulgar, sin mucho más que decir.
Los mismos personajes, en distintos roles, pero con el mismo perfil. La venganza, algo más sofisticada que en el Oeste americano, pero igualmente básica y primaria.
El renacer del mito, la posibilidad de comenzar de nuevo, desde el principio, sin nada que perder, y con todo por ganar.
No creo que comerse una hamburguesa te impida ir a cenar a Atrio alguna vez. Todo lo contrario, la dieta tiene que ser variada para poder apreciar las delicatesen... Es así de simple. No es Bergman, naturalmente, pero hay que ver de todo.

§ 2.582. La rebeldía de la Sra. Stover (Raoul Walsh, 1956)

Walsh es el propósito de este año. Tengo 24 películas suyas, algunas visionadas varias veces, algunas otras muchas más. Es una mínima parte de las 85 cintas que rodó a su nombre, una auténtica barbaridad. 15 antes de La gran Jornada (1930) que puede marcar el comienzo del cine sonoro... Una carrera que va desde 1915 hasta 1964. Una auténtica brutalidad.
Walsh es directo, va al grano, sin concesiones, sin dejar nada al azar. Todo lo que muestra tiene sentido y sirve para concretar lo que está narrando. No sobra un fotograma.
La belleza de Jane Russell es absolutamente salvaje, racial, dominante, abrumadora. No es una estrella dotada de gran capacidad actoral, aunque no se emplea en las películas por ello, sino por su magnetismo sexual, obvio en cuanto la miras un par de veces. Podía competir en belleza y apostura con cualquier estrella de la época.
Richard Egan es el galán de turno, uno más de los muchos de la época, con una cara marmórea y un pelo negro ligeramente ensortijado que le otorga un aire varonil y seguro de sí mismo. Un actor del sistema de estudios, resultón y confiado. Un hombre de la época.

jueves, 20 de enero de 2022

§ 2.581. Verboten! (Samuel Fuller, 1959)

Fuller nunca decepciona, especialmente con las de guerra. Él, de hecho, fue militar y participó en la segunda guerra mundial. No es su primera película de guerra, pero sí sobre la IIGM. Balas vengadoras (1949), A bayoneta calada (1951) y Casco de acero (1951) estaban ambientadas en Indochina y Korea.
Aquí intercala algunos fotogramas de reportajes auténticos, dándole a la cinta una sensación de credibilidad muy acentuada.
Me recuerda vagamente a Los ángeles perdidos (Fred Zinnemann, 1948), aunque aquella era mucho mejor.
En la película se cita y se enfoca en una toma al puente de Remagen, película de con ese título de John Guillermin de 1960.
Tiene una intensidad dramática fabulosa, un guión perfectamente desarrollado y, como siempre en Fuller, unos planos cercanos que propician una cercanía epidérmica que permanece. En Fuller las películas son de una intensidad meridiana, de una potencia ordenada pero firme, consiguiendo que no se olvide fácilmente la experiencia.

§ 3.893. Exorcismo (Juan Bosch Palau, 1975)

  Al calor de la moda impuesta por el éxito internacional (y sin precedentes) de la película de William Friedkin El exorcista (1973), la ind...