martes, 12 de octubre de 2021

§ 2.489. Su propio infierno (John Frankenheimer, 1962)

 

Un relato muy duro. Del sur, de cualquier sur. Pérdida, tristeza, falta de oportunidades, pobreza. El sur. En todos los países hay un sur, geográfico y emocional.
El relato podría pasar por ser de Tennesse Williams, pero no lo es. Aunque tiene un aire parecido. Es una novela de James Leo Herlihy, y el guión es de William Inge.
La música acompaña muy bien la película, es de el luego célebre Alex North. 
La ya madura Eva Marie Saint, y el joven y guapísimo Warren Beatty llevan el peso de la película, acompañados por el siempre solvente Karl Malden, y la eficaz Angela Lansbury.
La insinuación de la prostitución masculina es una apuesta muy valiente. Pocas películas la tratarían. Y aunque no se aprecia del todo es evidente en la cinta. La insatisfacción sexual de las mujeres no puede ser tónica general. Es insólita la atracción sexual que despierta es realmente inaudita. Las mujeres al verle sienten inseguridad, y él, por su parte, experimenta todo lo contrario. Se vuelve más seguro cuando más impresiona a las mujeres. Más varonil a medida que las trata mal, que las desprecia, 
Necesariamente la relación amorosa no es convencional, tiene necesariamente que hacer aguas por algún lado. Se avecinan problemas nada más empezar, tragedia final incluida. No puede salir bien.
No es una estética muy cerrada, aunque el sur es el sur, los convencionalismos, la tradición, la diferenciación de roles entre mujeres y hombres.
La cinta se deja ver, entretiene y mantiene la tensión, pero algo no funciona del todo. No es "Dulce pájaro de juventud", ni "La gata sobre el tejado de zinc". 
El papel para Warren Beatty le va como anillo al dedo. Era su tercera película, todas ellas muy parecidas para él, después de "La primavera romana de la Sra. Stone" (José Quintero, 1961), y "Esplendor en la hierba" (Elia Kazan, 1961). En todas ellas hace un papel de guapo chico muy sexualizado, aunque con matices. Era un papel que no solo lo bordaba sino que, probablemente, correspondía con su forma de ser, su manera de vivir. Más tarde pasó por ser conocido como uno de los hombres con más amantes de todo el negocio del cine.
Eva Marie Saint ya tenía algunas películas más en su mochila desde su aparición en 1954 en "La Ley del silencio", también de Elia Kazan. Belleza serena, clásica, intemporal, glamourosa, con estilo. No desespera por el amor del chico, y aquí la cinta falla y naufraga. No se entabla un verdadero diálogo de emociones y afectos, aunque sean viciosos, descontrolados o desproporcionados.
No se hace especialmente larga, a pesar de rondar las dos horas de metraje.

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