lunes, 10 de diciembre de 2018

§ 1.491. KUROSAWA, Akira. Vivir (1952)

Soberbia e intimista reflexión sobre la vida y lo que eso significa. Sobre las renuncias a las que te abocas, a veces sin quererlo, a veces conscientemente, por pragmatismo o por devoción, por cuidar a un hijo, o porque no te atreves a vivir de otra manera.
El trabajo estabulado, las rutinas, laborales y de otro tipo, hacen que te desgastes, que no consigas asir las cosas como son, que la risa sea una monotonía, y las alegrías se concreten en los ritos ancestrales que has visto hacer o que, simplemente acoges como propios sin sentirlos realmente.
La necesidad de sentir cuando la vida se agota, o, simplemente, cuando reflexionas sobre la vida y el pasado es una reflexión que todo hombre tiene que hacer, antes o después, a no ser que sea un insensato o un insensible.
Enseñar a vivir no es posible. Es imposible. Cada uno tiene que tener su propio camino. Por eso el protagonista no puede aprender de la chica del trabajo de la que se ha enamorado. Ella tampoco sabe cómo enseñarle, de qué manera explicarle que no es posible ese tipo de enseñanza. Vivir es un juego de autoaprendizaje.
Los refugios en los que ha buscado las preguntas a su respuesta cierta, las cuestiones que expliquen su veredicto mortal no las ha encontrado ni en el alcohol y las noches de fiesta, como acontece con el chico que le lleva de farra, ni en la vida familiar, traicionada por su nuera y su hijo, egoístas cuenta garbanzos.
La decisión de reventar la burocracia no llega a su conclusión. La muerte le ha ganado la partida, la batalla contra el cáncer era inútil y él no sólo lo sabía sino que, incluso deseaba que fuese infructífera.
Consigue que el parque se construya, pero muere en él de una hemorragia interna. Y los fedatario públicos de los actos políticos, cuando no están sujetos al ideario del que manda, centran la cuestión, que el político no quiere admitir. Los ciudadanos acuden a su funeral con verdadero y sentido pésame, porque saben que fue, efectivamente, su intervención lo que propició su construcción. Ergo: su vida enterrada en burocracia sí sirvió para algo, para poco quizá, pero sí tuvo utilidad, provecho, rendimiento.
¿Se enterró en vida para eso, o vivir es, sencillamente, eso?
Las reflexiones de sus compañeros de trabajo en el funeral muestras claramente que el mérito de la construcción del parque es sus, pero no pueden admitirlo realmente y el público porque ellos mismos están en la rueda, en la dinámica que él tenía antes de conocer que tenía cáncer.
Kurosawa es un maestro. Sobre todo porque es capaz de explicar con absoluta sencillez honduras del sentimiento complejas por sí mismas. Y eso no es fácil en un medio tan técnico como es el cine.

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