Lo que prometía ser una duelo interpretativo de primer nivel queda reducido a cuatro o seis minutos finales que pretenden explicarnos cómo funciona el mundo, especialmente el de los intereses económicos, cuando convertimos a nuestros enemigos en clientes y nuestras anteriores alianzas indestructibles pasan a ser asunto del pasado.
El sueño de energía barata, es, desde luego, una aspiración de la humanidad, que la fórmula para conseguir fuel sintético se consiguiese en los últimos años de la guerra mundial por los nazis y que el gobierno de Estados Unidos lo supusiese, se apropiase de ella y no explotase la patente para tener el control político y geoestratégico del mundo es inaudito, porque no es cierto. Para una película esta cuestión no tiene demasiada importancia, pero sólo si se rodea la historia con a suficiente trama, diálogos y actuaciones lo suficientemente razonables como para seguir el discurso narrativo sin perderse.
Hay tres críticas insalvables en la cinta, a mi juicio. El excesivo metraje, una barbaridad para contar esta historia, llena de recovecos, requiebros e historias inconcebibles. La segunda es la cantidad de datos que pretende el director y guionista que recordemos, de personas, de fechas y demás. Curiosamente ni un sólo dato técnico sobre la fórmula. Además algunas de las personas aludidas no tienen cara, son de mera referencia. La tercera es que no se sabe qué ocurre con la mujer que ayuda unas veces al protagonista y otras le traiciona. Tampoco se explica muy bien qué ocurre cuando asesina a su jefe en la frontera entre los dos berlines.
El director es el mismo que la magnífica Rocky, la original, pero parece ser que esta película fue un absoluto fracaso de crítica y público. Lo que probablemente lastró su carrera de director de cine, encasillándole en la dirección de películas de otro tipo.
En fin, se puede ver haciendo un esfuerzo y centrándose sólo en George C. Scotr, y no tanto en Brando que actúa como secundario.
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