domingo, 3 de julio de 2022

§ 2.746. Life (Anton Corbijn, 2016)

 
Una especie de biopic de James Dean y su amistad con un fotógrafo de la revista Life llamado Dennis Stock.
Se deja ver. Me parece algo acaramelada, creo que la vida de Dean era más sombría, oscura y desagradable de lo que se plantea en la cinta. No sé si es fiel reflejo de la realidad, pero me parece una licencia.
El personaje de Dean lo borda, además de ser fisicamente muy parecido. El actor se llama Dane DeHaan, y el periodista es Robert Pattinson, que mantiene ese aire de fragilidad y sentimentalismo tan característico de esos personajes torturados en busca de su identidad perdida.
Se hace un poco tediosa, no parece conducirse a ningún sitio. 

§ 2.745. Sueño de reyes (Daniel Mann, 1969)

Una especie de neorealismo americano que no me gusta demasiado. Como el italiano, con ese histrionismo, esa falsa vitalidad, esa energía superflua, esa necesidad de mostrar elementos y circunstancias cotidianas como si se tratase de algo noticiable. 
Es un director interesante, del que he visto varias cosas. pero no acaba de cuadrarme ninguna de ellas. Esta en concreto pretende algo muy difícil, realmente difícil: transmitirnos cómo se debe sentir un jugador de cartas y apostador de caballos en el mediado de los años setenta en Chicago. Marginalidad, apuestas, póquer, dados y demás engañifas para matar el tiempo de las personas a las que se sobre eso, el tiempo.
Otra lectura de la cinta es el poder del juego, la adicción a las cartas, el placer morboso del juego.
Anthony Quinn está espléndido, aunque el papel no era muy exigente para él, en el sentido de que el personaje de la película es como él. Algo exagerado, pero funcionando. Es, sin lugar a dudas, uno de los mejores actores de cine de todos los tiempos. Sin discusión. 
Irene Papas no funciona del todo bien. No me la imagino en el papel que representa. Y aunque el rol que representa es feo y triste, como ella, no sabe sacarle buen partido al papel. Me imagino a una grande del cine y no puedo dejar de pensar que cualquier de ellas le hubiera sacado mucho más jugo.
No he visto todavía Zorba, el griego, de 1964, pero creo que esta cinta no se puede ver sin aquella, sin tenerla presente y sin ser, de una manera u otra, un antecedente de esta película.
No me ha agradado demasiado. Está bien interpretada, funciona bien en determinados momentos, pero no es una cinta redonda. 
 

sábado, 2 de julio de 2022

§ 2.744. Casablanca (Michael Curtiz, 1942)

 

Maravillosa. Es la novena o décima vez que la veo y, la verdad, siempre es sorprendente. Tiene algo magnético, idealista, homérico, sentimental...
Todos quisiéramos, alguna vez en la vida, ser Rick, comportarnos como él, movernos como él, ser capaz de trasmitir esa hombría, esa masculinidad, esa capacidad de enamorar a cualquiera, mujer o hombre, es indiferente.
Todo funciona, todo fluye con naturalidad, todo es perfecto. Es una maravilla. Una de las películas imprescindibles.

jueves, 30 de junio de 2022

§ 2.743. La gran jornada (Raoul Walsh, 1930)

 

Una epopeya del Oeste. Una verdadera joya que tiene 92 y dos años. Y se ve perfectamente, tanto desde el punto de vista estético como argumental. Preciosa y muy entretenida. He visto películas actuales que no se le acercan ni de broma desde el punto de vista narrativo. Muchos actores, muchos extras, grandes planos, caballos, indios, ríos, agua, ganado. Impresionante. Me parece de una modernidad y de una actualidad fascinante.
Por momentos me recuerda a los dos Cimarrón. La de Anthony Mann de 1960 y la de Wesley Ruggles de 1931, sobre todo en los viajes, en las escenas de caravanas.
Más que revisitar los tópicos del oeste esta película los crea. La mandadas de bisontes, el cruce del río, las caravanas, la animadversión de varios antagonistas, la solidaridad de los colonos, los exploradores indios... Es un canon de cintas del oeste en ese subgénero que constituye la colonización de las tierras del oeste, especialmente en Oregón.
El reconocido primer papel protagonista de John Wayne, que se desenvuelve perfectamente. No le queda grande el papel, ni mucho menos.
Una película espléndida.

miércoles, 29 de junio de 2022

§ 2.742. El fuego y la palabra (Richard Brooks, 1960)

 

Vaya carrera la de Brooks, Impresionante.
Esta es una de sus obras cumbre, un clásico del cine. Con muchas pretensiones, 150 minutos es un metraje sólo para los cineastas muy dotados, y él era uno de ellos.
Esta es una película que debe leerse en su propio contexto, una sociedad muy depauperada, sumamente empobrecida, que ha perdido su hegemonía en el mundo y que necesita algo en lo que creer. La novela de Sinclaer Lewis se publicó en 1926 ya presentía la dureza de la Gran Depresión en unos EE.UU. desencantados, sin llegar a abordar el papel estelar que luego, tras la IIGM, acogió con total intensidad.
La película es demoledora con los charlatanes que usan la religión para lucrarse, pero siempre queda la duda tras su visionado de si no se estará refiriendo a todas las religiones. Al final no sabes muy bien si el espectáculo de la religión es más una empresa, que factura y obtiene dividendos, que un planteamiento ideológico.
A medida que transcurre la película se va acentuando más y más el perfil comercial de la religión, aunque no se aprecia el enriquecimiento de los que mueven los hilos. Pero es evidente que detrás de todo esto hay una respuestas muy clara: el dinero es el motor de todo el tinglado.
Jean Simmons está muy metida en el papel, pero no consigue, ni por asomo, ensombrecer el papelón de Burt Lancaster, magistral como siempre y, en este papel, como nunca.
Es un poco larga, no entiendo la necesidad de superar los 120 minutos, que ya parece suficiente para contar lo que pretende exponer.

martes, 28 de junio de 2022

§ 2.741. Sonata de otoño (Ingmar Bergman, 1978)

 

Una de las más célebres del último Bergman. Y prácticamente el último éxito de Ingrid Bergman.
Duelo interpretativo entre la más volcánica Ingrid Bergman, y la más 'cold' Liv Ullmann, a ver cuál de las dos mantiene mejor el tono. Una película actoral por encima de todo, en el que el peso recae en las actuaciones, no tanto en el guión, aunque sí en los diálogos, que son un verdadero prodigio, probablemente perfectamente leíbles en un ensayo, quizá mejor en una obra de teatro.
Sentimientos de culpa, represión del verdadero yo, celos y amarguras, sucesos daños enterrados en el pasado, recuerdos dolorosos, madre ausente en la infancia y en la juventud. Otra hija discapacitada, y en la pareja más joven un hijo muerto con cuatro años. Seguramente circunstancias de la vida pero que llevadas a la trivialidad del día a día se muestran dolorosas e incapaces de remontar. Todo un cúmulo de sentimientos que se narran de manera suave, desde el corazón. 
La frialdad de las relaciones personales y sentimentales de los suecos, de los nórdicos en general, probablemente sea una forma peculiar de abordar las situaciones de la vida. Algo alejada de nuestra forma de ver las cosas. Y desde esa frialdad es, probablemente, más difícil abordar algunos problemas, aunque, también probablemente, más fácil acometer otros.
No sé por qué, pero creo que todo el mundo puede recocerse, en parte naturalmente, en las relaciones entre las protagonistas. Hay algo intemporal en ello. Pero la forma tan cruda en que se muestra es desgarradora. Por ello inolvidable, pero aterradoramente veraz.
Me ha parecido soberbia. Absolutamente soberbia.

lunes, 27 de junio de 2022

§ 2.740. Fugitivos del desierto (J. Lee Thompson, 1958)

 

Una de las primeras del bueno de J. Lee, antes de convertirse en una sombra de sí mismo haciendo cintas absolutamente prescindibles y casi paródicas.
Tiene ritmo, densidad y profundidad, buen diálogo y plantea un tema más que interesante, la resistencia al estrés de combate mediante la bebida. A través de ese tema construye la historia, bien narrada, sobria y nítida. Me ha gustado. Este J. Lee es otra cosa. No sé qué le ocurrió o cuándo, pero empezó a perder pie y nunca recuperó la claridad expositiva y narrativa.
Interesante John Mills, muy en el papel de militar británico, alcoholizado, Sylvia Syms es la enfermera. Anthony Quayle es el misterioso personaje sudafricano que se encuentran por el camino, misterioso, orgulloso y algo tenebroso. Por último Harry Andrews en un papel que le queda muy bien. 
Hasta "Los cañones de Navarone" (1961) su carrera era muy interesante, tres muy buenas películas. El éxito descomunal de esta última quizá distorsionó sus pretensiones, su camino, su futuro. A partir de hay alterna obras mediocres y prescindibles, con cintas interesantes pero sin excesiva calidad. El cabo del terror (1962)  y  Una llamada a las doce (1965) son sus dos últimas grandes películas.

§ 3.405. Tristeza de amor (Eduardo Mallorquí, 1986)

  Recuerdo algunas noches cuando se emitía la serie y me quedaba a ver algún capítulo. La música es preciosa, la canción en realidad.  Vista...