domingo, 9 de enero de 2022

§ 2.569. Forajidos (Robert Siodmak, 1946)

 

Una rotunda y magistral obra maestra. Una de esas que te llevarías a una isla desierta para verla una y otra vez. Lo tiene todo. Una historia rompedora, una traición, una femme fatalle, y, sobre todo, una manera de contar la historia peculiar, distinta, con flashback encadenados, uno tras otro, para apreciar las diferentes perspectivas de la historia. De aquí nace esa manera de contar historias paralelas y, sobre todo, la narrativa del yo subjetivo sobre una realidad única, componiendo una especie de puzzle poliédrico que patrocina diferentes acercamientos a esa única realidad. Desde es punto de vista es brillante y muy rompedora y de gran influencia posterior. Estoy convencido de que Jackie Brown (Quentin Tarantino, 1997) es un tributo a esta película, por ejemplo.
Es, además, una película mítica, por el reparto que tiene y por la inauguración de dos estrellas míticas de todos los tiempos: Burt Lancaster, Ava Gardner. Dos auténticos monstruos del cine. Para ella era su primer papel auténticamente protagonista, para él sí era la primera película en la que aparecía. Nunca un debut ha sido tan contundente.

sábado, 8 de enero de 2022

§ 2.568. Pierrot el loco (Jean-Luc Godard, 1965)

 

Siempre he creído que soy yo el que no es capaz de apreciar el cine de Godard, de la Nouvelle Vague en general. Y a lo mejor es cierto. No lo soporto. No lo entiendo y no me gusta.
He visto suyas: Al final de la escapada (1960); Banda aparte (1964) y Todo va bien (1972), y ninguna de las tres me ha gustado nada. Pero nada de nada. 
Será un genio, no lo dudo. Seré yo el que no sepa apreciar la calidad de su obra. Sus planteamientos estéticos son peculiares, muy diferentes a los cánones usuales del cine, especialmente el norteamericano, que es el que más me gusta. Es como ver un cuadro abstracto, tienes que activar la imaginación en grado sumo para poder construir por ti mismo la historia, los parches de la historia que no te cuenta el director. Es una forma de 'contar' la historia distinta a la usual. Supongo que si te gusta mucho Ford, por poner un clásico incuestionable, este tipo de cine no te gusta. Puedes apreciar ambos, pero no puedes afirmar que ambos son obras maestras, porque son dos planteamientos estéticos, visuales, e incluso éticos, radicalmente diferentes. 
Los colores, las formas, tienen una potencia estética interesante,  rompedora, cuestionable pero rupturista, pero la historia no parece no conducirse con un sentido claro, definido y nítido. No sabes, en realidad, qué te está contando. Puedes ver la película e interpretar que estás ante un viaje iniciatico, una road movie, un Bonnie and Clay. No parece abrigar propósito alguno. No hay historia, no hay sentido, es una sucesión de fotogramas, imágenes y diálogos deslavazados, incoherentes... Otra cosa que siempre me pregunto con este cine es ¿cómo se monta la película?, porque, en realidad, da igual la manera en que resulte, porque lo que se pretende no es montar una historia en sentido estricto. Las palabras y los diálogos se pueden volver a montar, sobre todo en las voces en off, y como el espectador tiene que apoyarse en su imaginación para completar la trama... ...pues qué más da...!!!
No puedo con este tipo de cine. Me aburre, me satura y siempre vuelvo a la misma conclusión: qué pérdida de tiempo, podría estar viendo una gran película y estoy perdiendo el tiempo. Es cierto que a veces sí veo películas que no terminan de cuadrarme, pero también es que siempre saco algunas conclusiones de ellas. De esta tipo de cine no veo ningún provecho. 

§ 2.567. Sabrina (Billy Wilder, 1954)

 

Puede ser la quinta o sexta vez que la vea. Siempre me ha parecido encantadora, dulce, sutil, fina, delicada, pero también muy mordaz y divertida. Ese humor de Wilder tan característicamente suyo, corrosivo y abrasivo. 
Humphrey Bogart siempre me ha parecido muy mayor para el papel, pero también me lo parece William Holden. La que lo cuadra perfectamente es Audrey Hepburn y sus vestidos, verdaderos cánones de moda, todavía hoy en día.

viernes, 7 de enero de 2022

§ 2.566. El ejército de las sombras (Jean-Pierre Melville, 1969)

 
Relato, más o menos fidedigno, de un líder de la resistencia francesa a la invasión alemana en la IIGM. Melville había participado en la resistencia, y, según dicen, éste es un relato de sus recuerdos y sus impresiones de aquella época, muy intensa y vital.
Lino Ventura nunca lució tan bien como con Melville. Aquí aporta una calidez y una entereza al personaje que verdaderamente pones cara a uno  de los jefes de la resistencia. Así tenía que ser su cara y su quehacer, su forma de comportarse, con esa mezcla de pausa y valentía tan características en los inconscientes o en los antihéroes.
Un ritmo contenido y un cuidado uso de los medios dramáticos hacen de la cinta un relato expresionista de un tiempo singular en donde ser un hombre fuera del rebaño podría costarte no sólo la vida, sino también otras cosas.
No hay prólogo, introducción o introito, ni tampoco corolario, conclusiones, o carga moral, simplemente narra unas vivencias de forma clara y nítida. Bien es cierto que carece de la intensidad dramática de otras obras suyas, magistralmente acometidas en "Hasta el último aliento" (1966) o "El Samurai" (1967), por ejemplo. Estos fueron sus mejores años, los más creativos. Su ultima película es de 1972. Lástima que muriera tan joven, podría haber dado muchas obras al cine Europeo.

jueves, 6 de enero de 2022

§ 2.565. Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961)

 

Es de una ternura singular. Una comedia con un trasfondo de tristeza, una amargura profunda que se manifiesta en cada forma de comportarse, en cada forma de ser. Un ser triste que adopta comportamientos frívolos con el propósito de hacer olvidar el pasado que arrastra, que a veces pesa como una losa.
El punto de vista, sin juzgar lo que ve, es el de él, un hombre sin verdadera experiencia en la vida que aprecia cómo le atropella un carrusel de emociones a las que no está acostumbrado. Va a pasar de ser un hombre fracasado y mantenido a un espectador de la vida ajena.
Una película sensible que debe gran parte de su fama y éxito a la canción de Hery Mancini y Johnny Mercer.

§ 2.564. Atrapadas en la isla del diablo (Domenico Paolella, 1962)

 

Una de piratas algo distinta a lo habitual. Cuidada en su escenografía, aunque los ropajes y el atrezo no 'peguen ni con cola', totalmente fuera de lugar. El peinado de las mujeres, sus caras pintadas y su maquillaje perfecto después de todo un día trabajando no están acordes precisamente a lo que se espera de una película realista. Pero el cine son sueños, capacidad para creer, para evadirse, para soñar, y aunque la película es un auténtico truño por momentos se deja ver y entretiene. No es la peor película que he visto en mi vida, ni mucho menos.
El argumento es sencillo y el guion no es un prodigio precisamente. La música acompaña lo justo y el color, mucho más vivido de lo que pudiera imaginarse para una cinta de principios de los sesenta.
No conocía a Paolella, le supongo uno de los muchos cineastas de postguerra que alimentó los sueños cinéfilos de los niños en sesión doble de los años sesenta y setenta. Aunque la subtrama encubierta de prostitución y abuso de las mujeres no es precisamente un tema de niños. Eran otros tiempos.
En definitiva, una cinta mediocre de aventuras algo diferente de los cánones habituales en las de piratas.

§ 2.563. Al final de la escalera (Peter Medak, 1980)

 

Obra por y para George C. Scott, que lo es todo en la película. Un viaje introspectivo no se sabe muy bien adónde, si a la locura a la redención, o al propio yo. A lo más íntimo de uno mismo.
A mi modestísimo juicio, Scott borda el papel, desde el principio hasta el final. Su cambio de carácter a lo largo de la cinta, su expresividad, sus miedos, desde la pena a la angustia, con un clarísimo punto de locura y enajenación en su rostro forjan un arquetipo que quedará para el cine como uno de sus cánones. El pelo encrespado pero no revuelto, los ojos saltones, la mirada vacía al comienzo por la pena, luego aterrada ante la incertidumbre de lo que va a ocurrir. Es un motor incandescente que no puede dejar de funcionar, por que se apagaría su propia existencia. La necesidad de saber qué ha ocurrido es más fuerte que el miedo que siente ante lo desconocido.
Melvyn Douglas, en una de sus últimas películas, y la mujer de Scott, la más que decente actriz Trish Van Devere completan un corto pero suficiente reparto.
Primera película (para mi) de este director que ha caminado siempre a medio camino entre la televisión y la gran pantalla.
Esta película suya me ha gustado bastante.

§ 3.390. Sacco y Vanzetti (Guiliano Montaldo, 1971)

  Una muy buena película, con una crítica dura al sistema político americano, su aversión a los sindicatos libres de trabajadores y a todo l...