sábado, 11 de septiembre de 2021

§ 2.453. Una cuerda, un colt (Robert Hossein, 1969)

Una más del spaguetti western pero con algo más que otras similares. Tiene algo. Pocos diálogos, imágenes muy visuales, estética previsible aunque muy lograda (el pueblo, por ejemplo, está muy bien caracterizado), y un desarrollo lento pero inexorable: sabes lo que va a pasar desde el minuto uno y, sin embargo, entretiene y consigue captar la atención del espectador.
Es, como tantas otras, la historia de una venganza y de un pistolero encargado de ejecutarla. Nada nuevo. 
No sé cuál fue su presupuesto, pero circulan una cantidad grande de secundarios y extras, muchos, sobre todo en las escenas tumultuosas, en el hotel y demás... además el atrezzo y la caballería tiene una pinta excelente.
Está bien rodada y no le pondría mala nota, a pesar de la que tiene en las plataformas que la catalogan. No es tampoco una joya olvidada, ni nada parecido. Simplemente me ha gustado y no la considero tan mala como pude parecer por el título, el subgénero y la temática.
Tiene escenas potentísimas: la comida en la casa del patrón, el corte de la cabeza del conejo...
Me ha gustado bastante.
No conocía nada de Hossein, y me ha parecido un director sólido. He visto que no era un director de western, ni un director de cintas B o de bajo presupuesto. Actor decente, al que no recuerdo pero sé que he visto algunas suyas, porque lo he comprobado, que se metió a dirigir como extensión de su profesión. Al parecer era un entusiasta de Dostoievsky, lo cual ya nos da un nivel de intelectualidad importante.

§ 2.452. La torre de los siete jorobados (Edgar Neville, 1944)

 

Estética gótica en un Madrid costumbrista de finales del Siglo XIX. Apariciones, fantasmas, ilusión, creencia, sensaciones ultraterrenas... Parece un relato de Poe, o de Lovecraff, pero es una novela de Emilio Carrere y un guión del propio Edgar Neville, con José Santugini. Carrere era un escritor adscrito al modernismo, nacido a finales del XIX y fallecido en 1947, alguien, imagino, del tipo de Julio Camba, de esos escritores cultos y delicados, seguramente con mal humor y huraño pero tremendamente talentoso.
Excelente, se mira como se mire, una especie de thriller de ultratumba con amores asociados y un hombre normal que sigue unas pesquisas, como si de un detective de fantasmas se tratase, mitad con el propósito de averiguar detalles de un crimen, mitad con la pretensión de enamorar a la sobrina del finado.
Edgar Neville es un genio, interdisciplinar además. Cine, teatro, novela, pintura, diplomático. Su vida da, literalmente, para una película, o para una serie, con varios capítulos, eso sí.

§ 2.451. Metropolis (Fritz Lang, 1927)


Hace años publiqué un ensayo sobre esta película desde la perspectiva de mi especialidad académica y profesional: ARIAS DOMÍNGUEZ, Á.: "Metropolis", en VV. AA. (Dir. LUJÁN ALCARAZ, J., y ARIAS DOMÍNGUEZ, Á.).: El Derecho del Trabajo en el Cine, Laborum, Murcia, págs. 53 - 60. No es este el momento ni el lugar de reproducir el estudio allí realizado, pero si el de recomendar fervientemente la lectura de la obra completa, con aportaciones pequeñas de muchos académicos que glosas películas, de todo orden y condición, que, de alguna manera u otra, abordan cuestiones esenciales del derecho del trabajo.
Ahora toca apreciar otras cosas. Me han llamado la atención dos que no he conseguido apreciar ninguna de las veces anteriores que he visto la cinta. En primer lugar el determinante rol que juega la pérdida de la mujer en el arquitecto y en el hijo de éste. Recurso muy freudiano -sobre todo para analizar el comportamiento del hijo, no tanto el del esposo- en una época en que el sicoanálisis estaba tan en boga. No era una ciencia nueva en sentido estricto pero sí se había producido una explosión de su uso, seguramente porque aliviaba al hombre de la carga en su conciencia de los propios errores. Y, en segundo lugar, la importancia de la propaganda como vehículo de insumisión. 
Otros aspectos de la obra están bien analizados por expertos mucho más agudos que quien firma este mínimo blog, mero entretenimiento: la mujer como sacerdotisa -que se llama María- de una nueva religión laica o civil; los decorados absolutamente postmodernos; la estética igualitaria en el vestir de los obreros; la trascendentalidad de la música; la imagen alienada del futuro; la explotación del hombre; lo vanguardista de su expresionismo, que puede predicarse en el tiempo actual perfectamente, las relaciones entre Nosferatu o el Dr. Mabuse y el personaje malvado de la historia; el valor moral de los pecados capitales; la consideración judía de los personajes de la trama, especialmente María, que vive en una casa que tiene inscrita una estrella de cinco puntas en la puerta de la entrada...
La copia que estoy viendo es una restauración de una cinta original que se encontró en Argentina en 2008, al parecer la de metraje más largo conservada en todo el mundo, que ha sido fuertemente restaurada, al punto de que el blanco y negro se ve absolutamente perfecto. Las partes más brumosas deben ser las inéditas en otras versiones de la cinta, probablemente muy difíciles de restauran en su totalidad. Se le da una luminosidad un tanto artificial pero se consigue dotarla de una continuidad dramática que quizá otras copias no tenían. En total unos 152 ó 153 minutos. Una barbaridad para mantener la atención en una película muda actualmente. Y, probablemente, sigue siendo una película muy vista por las generaciones actuales.
Es, desde luego, una película muy copiada. Hoy mismo he visto La Torre de los siete jorobados, de Edgar Neville, de 1945 y se nutre de la misma estética expresionista sin ningún género de dudas.

viernes, 10 de septiembre de 2021

§ 2.450. El pastor de las colinas (Henry Hathaway, 1941)

 

De las pocas de Hathaway que me quedan por ver. Director al que adoro, en casi todo lo que hizo. Un título célebre en su filmografía, con un Wayne muy joven y todavía no la gran estrella que llegó a ser. Le acompañan una joven Betty Field, que no tiene una carrera larga ni prolífica, y Harry Carey en el papel de predicador, que no sólo lo borda, sino que le da una corporeidad y una profundidad tal que queda como modelo. Un actor magnífico que transitó del cine silente al sonoro sin ningún problema. Una de las primeras superestrellas del cine, de la industria.
Un Western diferente, más por el contexto que por la trama, por otra parte algo dramática, poco optimista, con un trasfondo de oscuridad y melancolía. Incluso tiene tintes mágicos en la figura del predicador, que aparece sin ser llamado y se hace imprescindible.
El mito del forastero que viene de no se sabe donde y se hace imprescindible en la comunidad. Una especie de médico del cuerpo y del alma que viene a la comunidad sin ser llamada y sin explicar las razones que le llevan a instalarse allí. Al comprar el predio todo se aclara, y la narración ya está en marcha. 
Me recuerda vagamente a "Las uvas de la ira", de John Ford, en los personajes desdichados, en las ropas y la miseria de la vida, en la falta de perspectiva vital, en la melancolía y la amargura que destilan las relaciones entre los personajes.
Lo paisajes son maravillosos, probablemente totalmente naturales. Seguramente hay pocas escenas de estudio. Y la música también es relevante, más como acompañante que como recurso narrativo propio.

jueves, 9 de septiembre de 2021

§ 2.449. Con furia en la sangre (Barry Shear, 1973)

Vi hace tiempo otra de Barry Shear: Pánico en la calle 110 (1972) y la recuerdo intensa aunque lejos de las estupendas del género policíaco.
Esta la tenía catalogada como de él y Samuel Fuller, en esas colaboraciones tan típicas de la industria y que nunca sabes bien a qué se deben. Filmaffinity tiene ese error y lo arrastré. Pero ni siquiera interviene en el guión o en la producción. No aparece en los títulos de crédito. Otra cosa es que empezara la cinta y le despidieran, como a veces sucede, aunque no lo creo. Entiendo que un error, sin más.
Se plantea como un duelo interpretativo entre Richard Harris, y Rod Taylor. El primero en un papel que, con sus derivaciones, ha hecho varias veces. El segundo en un papel en el que no le había visto nunca. Me ha impactado más el papel de Taylor, más redondo, más cerrado, más real. Harris siempre le he tenido como un actor efectista, resultón como secundario pero insuficiente pare llevar el peso de la cinta, aunque tuvo su momento y su lugar, y seguro que es reconocido como un gran actor. Sin embargo Rod Taylor es otra cosa, al menos para mi. Valor seguro y firme, siempre dedicado, correcto pero serio. Aquí está un poco entrado en kilos, probablemente la buena vida y la consolidación en la industria con el status que ello conlleva.
La presentación de la cinta es estupenda, pero luego naufraga un poco. Intenta ser una especie de road movie sin conseguirlo, una presentación de situaciones encadenadas a través de la búsqueda de los malos.
El drama moral entre ejecutar a los malos y detenerlos no tiene demasiado fuste, sobre todo porque la venganza es el motor de toda la trama, y porque así lo ha sentido el protagonista. Ni siquiera como recurso queda bien.
Cuando van pasando los minutos el metraje se hace cada vez más largo y la película va naufragando en su propia mediocridad. No remonta, y se hace un poco larga. Se puede ver, pero no es una cinta recomendable para un segundo visionado.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

§ 2.448. Corredor sin retorno (Samuel Fuller, 1963)

Oscura en su planteamiento y desbocada en su desarrollo, aterradora en su planteamiento y desasosegante en su resultado. Con reminiscencias de Foucault en la experimentación de sus sociedades disciplinarias, tiene más recorrido del que imagino que tuvo en taquilla. Una película que se ve actual y con una perspectiva moderna: la locura es un estado del alma, que hace enfermar el comportamiento y las relaciones humanas.
Los actores me han parecido muy adecuados: Peter Breck, quizá en su mejor papel, y Constance Towers (inolvidable Misión de Audaces).
La duda que surge es (siempre por otra parte en este tipo de planteamientos) si la locura es algo ínsito en el hombre o viene determinada por factores externos. Porque de lo que hay duda es que los cánones usuales de qué se considera lucra se replantean cada cierto tiempo. Ese es el planteamiento de otra película mítica sobre el tema: Alguien voló sobre el nido del cuco. Ésta tiene algo de antecedente de aquella, no tanto con el planteamiento sino por el contexto.

martes, 7 de septiembre de 2021

§ 2.447. Alerta misiles (Robert Aldrich, 1977)

Hay otras dos películas de temática parecida, ambas mejores que esta, con las que se relaciona: Siete días de mayo (John Frankenheimer, 1964), y Punto límite (Sidney Lumet, 1964). 
No es especialmente buena.  Lejos de la mejores de su director, algunas realmente auténticas obras de arte.
El reparto, sin embargo, sí prometía: Burt Lancaster, Richard Widmark, Melvyn Douglas, Burt Young, y Joseph Cotten. Entiendo que para todos eran una cinta alimenticia, hecha por dinero, sin más propósitos.
El guión es plano, metiéndote en el escenario del asunto desde el primer minuto. Pero no explica ni para qué, ni por qué. Las razones y motivos quedan poco claros. Además la versión que he visionado es de 90 minutos, cuando en filmaffinity dice que dura 146. Sí he apreciado algún corte en la película, pero el resultado final no creo que se resienta mucho. Intuyo que lo que han cortado son las razones que llevaron a tomar el control del silo de misiles y quién es el ideólogo de todo el ataque.
A veces la conversaciones son un poco infantiles y los movimientos militares son muy poco creíbles. 
El resultado es mediocre, y de muy baja estatura en comparación con sus obras más célebres.

§ 3.916. Beltenebros (Pilar Miró, 1991)

La vi hace muchísimos años, en Cabueñes, en Asturias, en un campamento juvenil que organizaba el Injuve (el Instituto Nacional de la Juventu...