martes, 25 de enero de 2022

§ 2.592. Más alla del bosque (King Vidor, 1949)

 

Drama de los de verdad. Mujer infame, no fatal, pues éstas dan algo, aunque sea poco, a cambio de algo. Pero este tipo de mujer no da nada, sólo pide.
Un argumento cerrado, un círculo obsesivo y asfixiante y enfermizo. El poder de la hembra, sus deseos de salir de la vulgaridad del pueblo en el que se ven confinadas y una atracción sexual malsana y viciosa que exuda el cuerpo y la mirada de la mujer insatisfecha con su vida (y probablemente sexualmente).
La envidia es su motor, las bajas pasiones su aliada, el resentimiento su norte, y su total ausencia de escrúpulos su defecto más acusado. El papel, desde luego, es para una actriz de raza, de temperamento, de energía, de recursos. 
La idealización del arquetipo de mujer fatal es de una modernidad absoluta. Es perfectamente importable al momento actual. Una mujer como ésta es perfectamente apreciable en esas películas policíacas con alto contenido erótico tan de moda en los años 90.
Una gran Bette Davis en un papel un tanto sórdido, con un Joseph Cotten que quizá no de el papel de inocente, sufrido y abnegado trabajador y esposo. David Brian es el galán de cine, el rico del pueblo, y una Ruth Roman tan guapísima como siempre y jovencísima (irreconocible prácticamente de los joven que está).
Un estudio sobre el mal, sobre la maldad humana, sobre la ambición desmedida, sobre los límites de tus ensoñaciones (que no sueños).
Todo lo que he visto de King Vidor me parece realmente magnífico. De gran solvencia técnica y una puesta en escena pulcra y diáfana. Con una cierta tendencia al dramatismo, a ver el lado más cruel de la vida, de las pasiones humanas. Sea en La calle (1931), en Duelo al sol (1946), en El manantial (1949) o en La pradera sin ley (1955). Todas ellas de gran potencia dramática.

§ 2.591. Tess (Roman Polanski, 1979)

Bueno. Pues otra de Polanski, del que me quedan sólo tres por ver para terminar toda su filmografía.
Cuidada estética que me recuerda mucho a las grandes producciones de David Lean, especialmente las últimas: La hija de Ryan (1970) y singularmente Pasaje a la India (1984), pero sin esas grandes dosis de magnificencia que rodea a todo Lean.
El diseño de producción es estupendo, muy cuidado, y la irrupción como estrella, aunque ya había rodado otras cintas, de Nastassja Kinski, todo un descubrimiento, con esa mezcla de inocencia y perversión escondida que revela su sonrisa.
Pero en general me parece un poco tediosa, y no consigue transmitir ese aire entre victoriano y decadente, entre lujurioso y puritano de otras obras 'clásicas' de esa época, generalmente provenientes de esa literatura 'victoriana' tan peculiar. En este caso la novela es de Thomas Hardy.
El juego de seducción no consigue emocionarme, no le veo empaque, ni entidad, ni aprecio que sea tan bello u original como parecerme destacado. Es algo rústico y primario, sin sujeción a ninguna sutileza estética o moral.
La película es interesante, pero no emocionante. Aunque entiendo perfectamente que a determinados espectadores les agrade y la tengan en alta estima. Pero a mi no me ha gustado, y, obviamente, me es indiferente lo que se piense al respecto.
Tess es interesante, pero no me parece una obra magna. Pocas de Polanski me parecen realmente magnífica. ¿Es un gran director? Sin duda. ¿Sabe lo que hace? Obviamente. ¿Me llenan total y absolutamente sus películas? Solamente algunas: Chinatown (1974); Lunas de hiel (1992); El pianista (2002) y  El oficial y el espía (2019). ¿Me gustan las demás? Algunas sí, y otras no tanto. Lo que quiero decir es que no es un cineasta que me llene totalmente. Algunas cosas sí, y otras no.

lunes, 24 de enero de 2022

§ 2.590. Gente corriente (Robert Redford, 1980)

 

Relato de los problemas cotidianos de gente sin importancia. No son estrellas, no son célebres, no son héroes, simplemente viven.  Con sus miserias, con sus recursos, con los medios que tienen a su disposición. Y de repente se enfrentan a un problema que es difícil gestionar para cualquier persona, mucho más para un adolescente. La muerte de un hijo repercute en la familia, en todos sus miembros. Pero especialmente en el hermano, que se ve incapaz de superar el sentimiento de culpa que le provoca ese hecho, en el que ciertamente estuvo involucrado, pero del que no tuvo la culpa.
El estigma del psiquiatra, la privacidad del tratamiento, el qué dirán, la familia perfecta. La mujer pagada de sí misma que vive en su mundo de lujo y apariencia. El padre metido en su trabajo hasta el punto de no saber qué pasa en su propia casa.
Debut cinematográfico como director por la puerta grande. Una peliculaza, con todas las letras. Intimista, delicada, nada morbosa, sensible sin caer en lo empalagoso, seria sin pretender ser docta o canónica. Aporta una aproximación a una circunstancia, sin pretender ser dogmática, sin imponer su forma de ver las cosas, sin pretender influir en los espectadores. Íntima, reservada, discreta, magistral. 
La normalidad del recuerdo del hijo fallecido, la lucha por superarlo desde dos estrategias distintas. La madre intentando superarlo como un accidente de la vida, sin exteriorizar excesivamente sus sentimientos.
El hijo recordando permanentemente lo ocurrido, sin ser capaz de caminar hacia adelante, encallado en el pasado. No es que ninguna de ellas sea mejor que la otra, simplemente son distintas.
El conflicto entre ambos es inevitable. Además la madre sentía predilección por el hijo fallecido, y eso se nota en su relación con el superviviente.

§ 2.589. Al otro lado de la medianoche (Charles Jarrott, 1977)

Drama amoroso de impecable factura técnica y artística pero quizá carente de alma. Es intensa pero no consigue llenar el corazón del espectador. Demasiado larga, se mire como se mire. Parece más una serie que una película. 
Dos historia cruzadas al principio como presentación de la historia que van convergiendo para alcanzar el drama que se pronostica en las primeras escenas.
La novela es de Sidney Sheldon, a quien tengo como un autor de prestigio entre los novelistas de sensaciones sin pretensiones artísticas. La música es del pianista Michel Legrand, lo cual da un poco el tono del interés que se tenía en que fuese una gran producción. Por lo que he leído fracasó en taquilla estrepitosamente. Sirvió como vehículo de promoción de la Guerra de las Galaxias, de la misma productora. A los exhibidores  les obligaban a reservar taquillaje para la segunda si querían exhibir ésta. Y, al final, como tantas veces ocurre, la segunda fue mucho mejor película que la primera, que no será recordada más que por cinéfilos empedernidos.
No es una historia de amor mal trazada, está muy bien rodada y pretende tener su gancho, pero no llena, no llega, no conecta del todo. Sólo a los muy fan de este tipo de cine les agradará de verdad. Es una historia sobre los sueños del primer amor, sobre la imposibilidad de realizarlo y mantenerlo en el tiempo, y sobre las frustraciones que provoca la imposibilidad de llevar a cabo esos sueños. La ira que despierta el engaño y la mala conciencia de las erróneas decisiones tomadas.
El director ha transitado entre el cine y la televisión, más en ésta que en aquella. Probablemente esta fue la producción que marcó su destino en el cine. Tuvo una historia potente, actores decentes, buenos recursos cinematográficos y una productora potentísima. Pudo ser un James Ivory o autor similar. Delicado, atento, intimista, pero probablemente esta cinta marcó su declive en la gran pantalla. Antes de ella llevaba cuatro o cinco películas, pero tras esta prácticamente sólo se dedicó a la televisión. 
No sabría cómo mejorar la película, no soy técnico. Sólo sé que teniendo un material de primera -historia, actores, estudio, productora- no se consigue un resultado acorde a las expectativas.
El reparto es muy interesante: Marie-France Pisier, John Beck, Susan Sarandon, Raf Vallone. Me ha gustado mucho la chica protagonista, Marie-France y el punto de madurez exclusiva que proporciona Vallone. Sarandon no me ha parecido gran cosa, y Beck tampoco.

domingo, 23 de enero de 2022

§ 2.588. La reencarnación de Peter Proud (J. Lee Thompson, 1975)

Sigo con la intención de acabar con J. Lee, un director que alterna obras interesantes -ninguna maestra- con mediocridades que quizá ni siquiera triunfaron en taquilla. En todo caso su volumen de obras es notable, 46 películas desde 1950 a 1989, cuarenta años de carrera.
Esta es de las del último grupo. Quizá en su momento pudo tener algo de predicamento, pero no ha aguantado bien el paso del tiempo, que la ha machacado, literalmente. Estéticamente está muy marcada en una determinada época, y la temática ya está muy abandonada. La reencarnación era una moda, ahora desusada, y el tratamiento que le da el director quizá no esté mal enfocado, pero, la verdad, carece de interés y no ha conseguido trascender al tiempo actual.
Hace relativamente poco vi una película de similar temática:  Las dos vidas de Audrey (Robert Wise, 1977), que me pareció muy interesante. Esta de J. Lee no es tan buena como aquella. Tiene momentos, es interesante el reparto (de lo más taquillero de la época) y la música de Jerry Goldsmith acompaña bien la trama.
Todo el mundo ha pensado alguna vez en la reencarnación, y ese es el leit motiv de la cinta, intentar subyugarte en la idea de que verdaderamente has vivido otras vidas.
Quizá la película es demasiado larga, aunque esa es una apreciación que suelo tener con frecuencia, por lo que no debo hacerme mucho caso. Cada vez me gustan más las películas directas, las tramas sencillas y muy acentuadas, los viajes, los indios, los buenos y los malos. La complejidad sólo está al alcance de los excelentes directores, y J. Lee no está entre ellos.

§ 2.587. - El pirata Barbanegra (Raoul Walsh, 1952)

 

Aventuras, piratas, riesgo, Linda Darnell, casi nada... Esa belleza racial, auténtica, contundente, masificada, rotunda... una de las bellezas del cine, una mujer bellísima, no especialmente una buena actriz, cumplidora simplemente.
La historia, como todas en las que se metía Walsh es entretenida, sin análisis sicológicos, sin pretensiones oníricas, sin propósitos pretenciosos, sin nada que ocultar. Un cine honesto, profundo, discreto pero imprescindibles. Walsh es de esos directores que forjaron la doble sesión de cine en las pantallas de medio mundo. Hacía películas con una maestría y una profesionalidad digna de encomio, pero que llega al gran público, seguro de sí mismo y con una gran audiencia.
Entretenida, pero sin fondo. No especialmente brillante en la filmografía de Walsh, que no sólo es excelsa en calidad, sino también en cantidad.

sábado, 22 de enero de 2022

§ 2.586. Tambores lejanos (Raoul Walsh, 1951)

 

Una mezcla entre Western y aventuras, en un  formato clásico de cine de evasión, de entretenimiento, incluso de doble sesión en el sábado tarde de tantos niños en el mundo, España incluida. 
Pero de una viveza, de una construcción argumental, de un guión previsible pero muy bien edificado a cargo de Niven Busch, y Martin Rackin. La música es, como en tantas películas de cine, de Max Steiner. La fotografía la lleva Sidney Hickox.
Gary Cooper que estás en los cielos es acompañado por Mari Aldon, que tiene un aire a Virginia Mayo pero sin su apostura, sin su gracia, sin la forma de moverse.
Cada vez me gusta más Walsh, Hathaway, Wellman, Hawks, Ford, los directores que cuentan cosas, aventuras, acaeceres, sucesos, circunstancias. Todos cuentan cosas, claro está, pero unos de una forma enrevesada, complicada, alambicada. Y estos directores abogan por planteamientos sencillos, simples, en relatos sin dobleces, lineales, evolutivos, tranquilos. Sin ostentaciones técnicas, sin alardes, sin planteamientos estéticos rupturistas, sin que el espectador tenga que desviarse del asunto central, que es la historia y su desarrollo.
Aquí se cambian indios Cheyenes o Apaches por Semínolas, y los fuertes por la naturaleza salvaje de los pantanos. La lucha no es por ganar en una batalla, sino por atravesar el desierto mojado que son los pantanos.
Bonita, muy colorida, de gran formato. Entretenida, con su historia de amor y su moraleja. No es de las mejores de Walsh pero, desde luego, es interesante.

§ 3.405. Tristeza de amor (Eduardo Mallorquí, 1986)

  Recuerdo algunas noches cuando se emitía la serie y me quedaba a ver algún capítulo. La música es preciosa, la canción en realidad.  Vista...