jueves, 23 de diciembre de 2021

§ 2.555. El guardaespaldas (Jean-Pierre Melville, 1963)

Muy "americana", como todos los planteamientos estéticos de Melville. Un planteamiento sencillo, una historia directa y rápida -en este caso desarrollada desde una novela, supongo que corta, de Simenon- y todo cifrado al desarrollo de una trama sin concesiones. Si lo que buscas es entretenimiento con calidad, esta es una película interesante. 
El guión está muy bien logrado, y la música acompaña pero que muy bien. Con un cierto toque de Jazz y repitiendo algunas estrofas acompaña los momentos en los que no hay diálogos.
Tiene un cierto parecido emocional con El Crack. En el viaje a NY, en el gusto por el boxeo, en el aire de cine negro que tienen las dos, en el personaje duro protagonista, con un pasado emocional rasgado y desolador y un futuro poco halagüeño 
Me gusta Melville, es un tipo de cine que me encaja perfectamente. Sé que no es de lo más estético que hay, ni, por supuesto, deja mucho poso, más allá de alguna pretensión estilística, pero es fácil de ver, no tiene complicaciones y, caray, no todos los días puedes ver una obra maestra. Mi teoría es precisamente esa.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

§ 2.554. El Rey del rodeo (Sam Peckinpah, 1972)

 

Forma parte de la galería de perdedores míticos, no enraizados, sin familia, sin ningún lugar donde volver, con un pasado glorioso pero lejano, que no le dio para vivir holgadamente, ni le permite subvenir a sus necesidades ahora, en el presente.
Tiene algo de reto en su mirada, de ajustar cuentas con el pasado, consigo mismo y con su padre, con su hermano que "ha triunfado en la vida".
Relato duro y seco que cuestiona los modos de vida de los vaqueros, de los jinetes, de esa sociedad que cambia y a la que cuesta adaptarse. Los hermanos representan los diferentes valores de la vida. El antiguo, el del rodeo, basado en unos códigos de honor, conducta y comportamiento que predican la autenticidad frente a los arribistas recién llegados a la vida adulta que predican desde la atalaya del éxito cómo han de comportarse los que están a su alrededor para ser como ellos. El problema es de raíz. Hay personas que no quieren ser como ellos. Que no añoran ni el dinero, ni la seguridad, ni siquiera el confort vital. Hay seres salvajes, como el propio Peckinpah, que necesitan todo un torbellino de emociones a su alrededor para poder funcionar. Si no son capaces de ordenar todo eso en su cabeza no viven, y su vida se basa, precisamente, en eso, en ordenar los circos a tres pistas que ellos mismos se han encargado de provocar.
Me ha gustado mucho. No la colocaría a la altura de otras incuestionables obras maestras de Peckinpah -que tiene varias-, pero sí muy cercana a ellas.
Un reparto muy equilibrado: un glorioso Steve McQueen, Robert Preston en el papel del padre que, la verdad, lo borda, una magnífica Ida Lupino que no hizo un mal papel en su vida, qué actriz más magnífica, el siempre sólido Ben Johnson, y un prescindible Joe Don Baker que podría haber sido cualquier otro actor del montón de los centenares que pueblan la industria.

lunes, 20 de diciembre de 2021

§ 2.553. Al anochecer (Claude Chabrol, 1971)

Como casi todo lo de Chabrol es complejo y abigarrado. Pero la dificultad no procede de la estética, sino de la trama, del guión, del propósito narrativo, no de la forma de narrar. Es, desde este punto de vista un director simple, sencillo en sus propósitos. Es complicado en sus planteamientos, no en su discurso estético, ni siquiera en lo técnico. Rueda con planos limpios, sencillos, sin alardes tecnológicos o innovadores. Los diálogos son cortos y escuetos, con una cierta economía de palabras y con un decidido propósito meramente ilustrativo. No son empleados para progresar en la historia, ni siquiera para aclarar retrospectivamente algunos aspectos de la historia.
El estudio de los personajes es interesante, su pretensión sincera, pero el resultado es, a mi modestísimo juicio, bastante mejorable. Además la película no ha envejecido bien. Antes al contrario, ha envejecido mal. Se la nota decrépita en las formas y en el modo moral que propone. El estudio del deseo está disminuido por la naturalidad con la que muestran los hechos. No hay aspectos, circunstancias o sucesos que arañen el alma, que desgarren el intelecto, que hagan jirones con los anhelos y pulsiones personales, sexuales y de domino y poder. 
Chabrol no es uno de mis directores favoritos, ni mucho menos.  Algunas películas suyas -entre ellas ésta- son interesantes, motivadoras y entretenidas. Otras, sin embargo, son directamente prescindibles, cuando no malas (e incluso algunas infames).

domingo, 19 de diciembre de 2021

§ 2.552. Crónica negra (Jean-Pierre Melville, 1972)

 

El mundo particular de Melville, un tipo que se paseaba por el mundo con botas de cowboy y sombrero texano, pretendiendo emular a los directores americanos. De hecho su temática siempre es de cine negro. Al menos no le conozco otra temática. Atracos, asesinatos, violencia, policías y delincuentes.
La composición de las escenas de violencia es prácticamente como la de cualquier película de Serie B americana. Seca, dura, sin concesiones. No hay malabarismo, únicamente trama. Un guión tan conocido como cualquier otro pero que en manos de este 'friki' del cine negro hace que se destile una obra de calidad. Además no sabes realmente -como ocurre con tantas obras de cine negro- de qué va hasta que lo tienes encima. Podría firmar esta obra cualquier artesano de la Serie B. Gordon Douglas, Karlson, quizá incluso Fleischer o Wise, y estos dos últimos no son Serie B precisamente. Quiero decir que el material es mejor o peor dependiendo de los directores que lo modulen y manejen.  Y este director para este tipo de material es idóneo.
Se me hace muy raro ver a Richard Crenna en un reparto tan europeo, con un Alain Delon en sus mejores años y con una  Catherine Deneuve en estado de gracia, con una belleza clásica absoluta, con una elegancia y porte distinguido digno de las mejores actrices del cine clásico. Nunca estuvo tan guapa como en "Bella de día" (Luis Buñuel, 1967), pero eso es otra historia.

§ 2.551. Nosferatu (F. W. Murnau, 1922)

 

Puede parecer una exageración lo que voy a decir, pero la asociación emocional entre especulación inmobiliaria y maldad humana que forma parte del imaginario colectivo quizá se debe a esta película, al menos en parte.
Es una película que cumple cien años en el que va a comenzar. Una barbaridad en términos artísticos, sobre todo en un arte que daba sus primeros pasos en aquellos años -aunque ya desde incluso diez años atrás existían películas- para empezar a convertirse en una manifestación artística imprescindible en el siglo XX.
La cinta está perfectamente restaurada. Tiene un ligero matiz verde en su pigmentación que la hacen muy reconocible y original. Aunque a ratos el sepia parece el color dominante. Como bien se explica al comienzo se han utilizado varias copias, procedentes de diferentes países, para la creación de lo que pudiéramos llamar "versión canónica".
La sucesión de luces y sombras es probablemente la aportación fílmica más notable de la película. La narrativa no desde la enunciación de unos acaeceres, unos sucesos, unas situaciones, sino la capacidad de infringir miedo, terror, asco o aversión empleando únicamente las imágenes, y particularmente las sombras que proyectan la imagen del vampiro sobre la pared, el suelo, las puertas, etc.
Las composiciones musicales no sé si son propias de la película o se compone de retazos de obras ya clásicas en aquel momento. Probablemente la primera opción sea la más plausible. Se acreditan hasta siete autores de la misma.
No se hace larga, aun siendo muda y con la limitación de conocer bien la historia, el contenido. No es una suma de imágenes, más o menos engarzadas, sino la composición de una historia por nuevos medios de expresión. Está llena de imágenes icónicas que son capaces de resumen en un par de fotogramas lo que el personaje piensa, siente o quiere expresar.  Ése es su gran mérito, claro.
Me ha gustado verla, pero es cierto que hay algo de voluntad en ello, casi una pretensión ideológica, una aspiración.

sábado, 18 de diciembre de 2021

§ 2.550. La captura (John Sturges, 1950)

 

Muy interesante propuesta, lástima que mi copia no se vea del todo correctamente. La redención es el tema. La capacidad del hombre para encontrarse consigo mismo y ser capaz de expiar los pecados que ha cometido en la vida, los errores fatales que han influido en otras personas. La confesión a un religioso, el aire a expiación que circunda al protagonista, el peso de la culpa. Un ensayo sugestivo en un marco de Western. 
La voz en off es una técnica que expuesta de la manera que lo hace el director es casi teatral, aclaratoria de los propósitos y sentimientos del protagonista -pues sólo funciona con él- y que sirve para simplificar el retrato psicológico del personaje, pero que resta potencia a las imágenes y al relato. 
Está muy bien montada, tiene un guión muy inteligente y se conduce estupendamente. 
Lew Ayres, y Teresa Wright son los protagonistas. Él sí consigue el aire de hombre torturado, malherido, incapaz de sobreponerse a sus obras, a su destino. Ella consigue un mejor empaque a la obra, trascendiendo su rol a medida que avanza la película. Domina las relaciones entre ellos y su potencia le imprime carácter y forma de ser. Es mejor papel el de ella que el de él.
Me ha gustado mucho. No sólo se deja ver, sino que te lleva y favorece que te cuestiones algunas cosas.

§ 2.549. Los sueños de Akira Kurosawa (Akira Kurosawa, 1990)




Varios cuentos cortos componen una película de relatos. Esta cinta no es, como suele ser habitual, el desarrollo en lenguaje cinematográfico de una novela, sino la composición de varios cuentos del mismo autor que no guardan relación entre sí. Es una perspectiva no demasiado usual. Hay varios ejemplos, pero suelen ser de obras conjuntas de varios directores (por ejemplo, Los 7 pecados capitales (1962), dirigida por Claude Godard, Philippe de Broca, Claude Chabrol, Jacques Demy, Sylvain Dhomme, Max Douy, Eugène Ionesco, Edouard Molinaro, Roger Vadim). En este caso todos los cuentos son del mismo autor, y no se relacionan entre sí más que en la autoría. Ni tienen un nexo común ni siguiera guardan un propósito estético o moral, más allá, quizá, de la aparición de fantasmas, de personajes inexistentes que se inmiscuyen en la vida de los protagonistas para facilitarles una ayuda, para darles una indicación, una advertencia.
El huertos de los melocotoneros. Desde la plasticidad de las primeras imágenes se reconoce como una película de Kurosawa. Lluvia, música clásica (europea), un encuadre perfecto y un simbolismo en cada detalle. Y el color, absolutamente brillante, nítido, con unos contrastes de rojos, azules, blancos y verdes en una composición cromática estudiada como si se tratase de un cuadro. Es conocido que Akira dibujaba bastante bien, y que incluso en las pausas de rodaje de las películas componía planos dibujando, como si se tratase de un 'story board' de un cómic.  Y se nota en la composición de los planos, mucho en algunas, especialmente en aquellos en donde la composición abarca muchos personajes.
La perspectiva de un niño como protagonista en el cine no siempre me ha gustado. Obviamente el 'pescadito' de "Capitanes intrépidos" (Victor Fleming, 1937) es una excepción, pero se me hace difícil entrar en la psicología del niño, cuando más pequeño más me cuesta.
La nieve. En muchas películas de Kurosawa -no en todas, véase, por ejemplo, No añoro mi juventud (1946)- llueve, nieva o acontecen fenómenos meteorológicos de gran intensidad. Es este segundo relato el protagonismo se lo lleva el blanco de la nieve. Una nieve a veces acogedora y otras amenazante, nieve que da cobijo a los miedos y a las esperanzas, al anhelo más profundo y la angustia vital más temida. La luz blanca salvadora y sanadora, como otro fenómeno climatológico que es, abriga y calienta. Nieve y sol, dos fenómenos enfrentados entre si, que forman pare de la vida misma del hombre y de sus aspiraciones mundanas y espirituales.
Un túnel. Oscuridad y miedo. Dificultades y temores. Adentrarse en él es avanzar hacia lo desconocido, hacia lo que puede ser o a lo mejor no es. Pero en todo caso es dirigirse hacia aquello que no controlas, que no eres capaz de dominar. Sin saber muy bien qué hay al otro lado, qué va a ocurrir o con qué escenario -vital, emocional, estético, etc.- te vas a encontrar. Que el túnel esté protegido por un can simboliza las puertas del infierno. Y de ese infierno sólo salen muertos... y ha ingresado en él, sin saberlo, sin quererlo.
Van Gogh. La admiración que siente el autor por la pintura en general, y por Van Gogh en particular es la temática de otro de sus cuentos, el cuarto. Sólo imágenes, prácticamente sin sonidos, el señor que visita el museo se mete, literalmente, en uno de sus cuadros. Qué colores, que gama cromática, que cercanía a los propios tonos que usaba Van Gogh. Por momentos dudo si parte de lo filmado no son efectos especiales, la naturaleza no da esa grama cromática. Parece como si la película se hubiera 'pintado' una vez filmadas las escenas. Es lo más parecido a vivir dentro de un cuadro que he visto jamás.   
La radioactividad y sus peligros. El monte Fuji explotando. El protagonismo del color rojo. La sangre, el fuego, la mancha de la vida. El terror de lo propio, del propio yo. La destrucción de la identidad simbólica, de aquellos que nos hace fuertes y nos sitúa en relación con los demás. Y la radioactividad como mal mayor de la humanidad, a la que ya había dedicado otra película, por cierto, aunque desde otra perspectiva.
El camino. El individuo frente a la sociedad y frente a las dificultades de la vida. Todo un reto. La antropofagia como símbolo, muy evidente, de la competencia capitalista. Se lucha contra otros individuos y contra el sistema, contra la vida misma que impone reglas que no puedes dominar. La parábola del monte elevado por el que hay que subir tras una empinada cuesta es la vida, y la meseta a la que llegas arriba es la muerte, en forma de miedos, locura, desesperación y dolor. Toda una alegoría de la vida misma.
El agua. La modernidad y la simplicidad de la existencia. El respecto a la naturaleza, que elevó a cotas magistrales con Dersu Uzala (1975), y la vida acorde a los dictados de la vida natural.
La carga simbólica y las interpretaciones freudianas que pueden dársele a cada uno de estos cuentos son varias. El autor nos da la suya, pero puede haber otras. El huerto es el despertar de la sexualidad, el conocimiento carnal; la nieve es la consecución de una meta, de un anhelo; el túnel es la guerra y la muerte, que es lo mismo; los cuervos puede ser la locura; la explosión del monte Fuji los temores de uno mismo, de la incapacidad para controlarse, para someterse a la sociedad que nos aplaca y domina; el caminante la soledad del camino y los miedos que atenazan al hombre; el agua es el camino de la vida, el respecto por la naturaleza y la crítica a la ciencia que pretende el progreso del hombre sin respeto a los principios que hacen funcionar al mundo.
Obviamente este tipo de películas sólo puede hacerla un cineasta consagrado y que trascienda del tiempo en el que vivió. Además, naturalmente, de estar capacitado para proyectar lo que probablemente fueron sueños suyos reales a la gran pantalla, con el lenguaje compositivo de esta técnica narrativa. Sólo al alcance de una auténtico genio, como lo es Kurosawa.

§ 3.405. Tristeza de amor (Eduardo Mallorquí, 1986)

  Recuerdo algunas noches cuando se emitía la serie y me quedaba a ver algún capítulo. La música es preciosa, la canción en realidad.  Vista...