sábado, 25 de diciembre de 2021

§ 2.561. El único juego de la ciudad (George Stevens, 1970)

 

Mítico director de películas imprescindibles para un gran aficionado al cine, incluso para un aficionado normal, no excesivamente cinéfilo. Pero no la tenía catalogada como obra de Stevens. No creo que fuese bien recibida por el público y la crítica.
Amor adulto de seres solitarios, no necesariamente perdedores pero que se les va escapando la vida entre los dedos. Se hacen adultos, mayores, y sus sueños no se han cumplido, ni en lo profesional ni en lo personal -afectivo, emocional-, y no saben cómo poner remedio a ello. La vida les lleva pero no controlan las riendas; es un caballo desbocado y no saben cómo pararlo.
La propuesta es interesante, muy de la época, pero le falta el punch de otras de aquella época. 
La temática evoluciona hacia el juego vicioso de él, fanático de los dados. Ella parece ser una de las múltiples chicas que pululan por Las Vegas buscando no se sabe qué... Un amor, una oportunidad, su momento... 
Desde el principio se vislumbra que su relación -su vida, su amor- va a ser un auténtico fracaso. No tienen la más mínima oportunidad. Es la crónica de un fracaso. De un fracaso en toda regla. Pero el derrumbe moral del personaje de él no va acorde a su deterioro. Ni su carácter se ve alterado, ni su 'gracia', ni su comportamiento. Me imagino a otros actores más capacitados que Warren Beatty para el papel. Por ejemplo George C. Scott, que le daría un tinta dramático mucho más acusado, pero claro, no hubiera congeniado a nivel de tensión sexual con Elizabeth Taylor, que está, como casi siempre, magnífica. Incluso en su madurez mantiene una guapura brillante y sensual.
Ella, por su parte, esconde el pasado amargo de una relación con un hombre casado que, obviamente, no va a dejar a su mujer, ni su trabajo, ni su vida por ella. Pero parece que puede salir bien...
Tiene toda la pinta de proceder de una obra de teatro, como expone muy bien el otro comentario a esta película, bastante mejor que éste en todos los sentidos, más profundo y completo.
No me parece una gran película. Ni mucho menos. Es estereotipada, poco creíble, demasiado larga para lo que propone, un poco fuera de lugar y algo tediosa. La música no acompaña y las escenas de amor no son lo suficientemente intensas como para conmover o provocar una emoción sincera. La lucha de ella por elegir un amor, entre el mayor que le da seguridad y status y el joven que le proporciona emoción y vitalidad, tampoco está bien narrado. No está conseguido. Además fue la última película de Stevens, un director que filmó, al menos, dos obras maestras de todos los tiempos: Un lugar en el sol (1951), y Raíces profundas (1953).

§ 2.560. Los siete samurais (Akiro Kurosawa, 1954)

 

Creo que es la cuarta, quizá quinta, vez que la veo completa. Desde un punto de vista temático me ha parecido muy interesante, quizá no me había fijado otras veces, el rol de profesores que juegan con los campesinos, enseñándoles estrategia y moral militar, no sólo a pelear sino a armarse moralmente frente al enemigo. Tan importante una cosa como la otra. El comportamiento de los militares es mucho más estratégico y organizado que hormonal o testicular. Desde este punto de vista es más natural, más auténtica que el remake, más épico y epopéyico. Y hay un mensaje claro: el grupo por encima de la individualidad. Sólo cuando piensan y actúan en grupo, todos juntos, a la vez, funciona la estrategia defensiva. Es, más que un mensaje militar, un mensaje de vida y de obra, de funcionamiento político, argumental y discursivo.
No se trata de que la de Sturges sea una copia descarada a nivel general, lo cierto es que es lo es hasta en sus extremos más pequeños, en sus detalles argumentales pequeños y poco trascendentes.
La lluvia como fenómeno típico en Kurosawa, siempre aparece en sus películas. En casi todas.
Una estética muy lograda, y una preparación a las batallas que dura más, mucho más, que los propios conflictos. La ropa, las armas, las chozas, el acompañamiento sonoro contribuyen a formar una película que es un auténtico canon de películas de Samurais.

§ 2.559. El sol siempre brilla en Kentucky (John Ford, 1953)

 

Ese tono de comedia ligera que va, poco a poco, elevándose hacia un drama profundo y terrenal no me acaba de agradar. Y si, además, se proyecta sobre un tema costumbrista, menos aun. Soy de los pocos herejes a los que no le gustó demasiado La ruta del tabaco (1941) y esta película la enmarco en este grupo.
Técnicamente es magnífica, seguro. Pero no me llega. No es el Ford que me gusta.
Tiene un fondo moral muy interesante, como todo Ford, desde la cotidianidad. Y como siempre, hay baile (militar).

§ 2.558. Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha (Elie Petri, 1970)

 

Estudio psicológico sobre el crimen, la culpabilidad y los remordimientos. Interesante y distinta, algo confusa, sobre todo para los acostumbrados como yo a preferir películas lineales, con un discurso homogéneo, canónicas, con introducción, desarrollo y desenlace. Esto es otra cosa.  La única películas suya que he visto es La décima víctima (1965) y no me pareció gran cosa. Ésta tiene mucho predicamento. 
El retrato del policía es descarnado. A medida que pasa el tiempo vas vislumbrando una personalidad convulsa, confusa, sumamente autoritaria y cada vez más enloquecido. El retrato de un fascista, de un policía brutal por convicción en un sistema policial y político que pretende investigar todos los aspectos del ciudadano y que guarda y ficha todos los comportamientos. Algo así como 1984 de Orwell. Un control policial de la vida política. El sueño de todo régimen dictatorial, de derechas o izquierdas, para este menester de igual.
El desquicie del personaje protagonista -magistralmente interpretado por un Gian Maria Volonté serio, actoral y magistral- va tomando cuerpo a medida que vas descubriendo su peculiar y enfermiza forma de excitación sexual. No se trata de poder o dominio, sino de algo que va más allá: dominación, humillación,  violencia...
Tiene un punto de parodia, de divertimento desde el ridículo. La relación entre los crímenes políticos y los homicidios no la acabo de pillar. Pareciera como si encontrase la legitimidad para inmiscuirse en las vidas de la gentes precisamente porque es uno de ellos cuando comete los crímenes.
No creo que se vea a ninguna otra mujer en la película excepto la víctima. Es toda una declaración misógina. 
Es una película imaginativa, diferente, inteligente y discursiva. Pero no es mi cine. Se ve porque su propuesta es interesante, pero no podría ver películas de este formato todos los días.

viernes, 24 de diciembre de 2021

§ 2.557. Rebelión en el fuerte (Raoul Walsh, 1954)

 

Un despliegue del Cinemascope. Canadá, espacios verdes abiertos, arcoíris, agua y una historia bonita, rodada con la eficacia de uno de los más grandes. La música acompaña a este gran clásico del cine Western que no ha envejecido nada mal. Dos grandes actores, Alan Ladd y Shelley Winters, especialmente ella, que decididamente es una actriz de una pieza, con multitud de películas de todo tipo y género... Ladd no era una estrella al uso, era algo más, una forma de vivir, un hombre cerrado, pétreo, con pocos amigos, alcohólico, tremendamente hostil -con la prensa, consigo mismo-, e insatisfecho con la vida.
Es una historia mil veces vista, un empecinado Capitán, un noble soldado, una chica en apuros, un escenario catártico -la lucha, el ataque, la amenaza india- y un resultado maravilloso...
Interesante propuesta de cine de garantías, para todos los públicos -niños, adultos, enamorados, mayores- y de calidad.

jueves, 23 de diciembre de 2021

§ 2.556. Hasta el último aliento (Jean-Pierre Melville, 1966)

 

Un puzzle, un rompecabezas, un caleidoscopio, un espejo, un juego de equívocos, un collage que se va completando a medida que se consume el metraje, que, a diferencia de otras cintas, se hace corto. Bien podría construirse una serie alrededor de esta trama, dadas sus derivaciones, aspectos secundarios y vericuetos. Tiene algo seminal, de comienzo, de principio, de empezar un proyecto que va más allá de una mera película. Algo gigantesco. La presentación de los personajes es, sencillamente, magistral. El cabecilla el primero, luego los asesinos, más tarde la chica. Todo ello antes de poner la trama en pie. Todavía, en ese momento, no sabes, ni qué ha ocurrido, ni por qué, ni quién es quién, ni cuáles son sus pretensiones o motivaciones. Obviamente sabes que están todos metidos en el mundo del hampa, y que el fugado de prisión parece ser el cabecilla de la trama.
La policía tampoco parece tener escrúpulos, ni estómago.
La música de Jazz rodea todo el ambiente, tanto en el club como en los momentos no dialogados. Buena música además.
Un blanco y negro con sombras y luces proyectadas a diestro y siniestro.
El reparto es extraordinario. Nunca vi a Lino Ventura en un papel tan sólido. Le acompaña Paul Meurisse en el rol del policía, junto con Christine Fabréga, una mujer muy 'francesa', guapa y fina, aunque con una carrera muy corta, no sé muy bien por qué. Les acompaña Raymond Pellegrin, Marcel Bozzuffi, Paul Frankeur, Denis Manuel, Jean Négroni, Jacques Léonard, Régis Outin, Jean-Claude Bercq, y Michel Constantin.
Me ha parecido una obra superior, concentrada, cerrada, pétrea. Me ha encantado.

§ 2.555. El guardaespaldas (Jean-Pierre Melville, 1963)

Muy "americana", como todos los planteamientos estéticos de Melville. Un planteamiento sencillo, una historia directa y rápida -en este caso desarrollada desde una novela, supongo que corta, de Simenon- y todo cifrado al desarrollo de una trama sin concesiones. Si lo que buscas es entretenimiento con calidad, esta es una película interesante. 
El guión está muy bien logrado, y la música acompaña pero que muy bien. Con un cierto toque de Jazz y repitiendo algunas estrofas acompaña los momentos en los que no hay diálogos.
Tiene un cierto parecido emocional con El Crack. En el viaje a NY, en el gusto por el boxeo, en el aire de cine negro que tienen las dos, en el personaje duro protagonista, con un pasado emocional rasgado y desolador y un futuro poco halagüeño 
Me gusta Melville, es un tipo de cine que me encaja perfectamente. Sé que no es de lo más estético que hay, ni, por supuesto, deja mucho poso, más allá de alguna pretensión estilística, pero es fácil de ver, no tiene complicaciones y, caray, no todos los días puedes ver una obra maestra. Mi teoría es precisamente esa.

§ 3.896. La última señora Anderson (Eugenio Martín, 1971)

  Una acercamiento al cine de suspense británico de toda la vida. Rodada en los exteriores de Londres, supongo que con personal británico, e...