viernes, 9 de julio de 2021

§ 2.441. Lo que queda del día (James Ivory, 1993)

La vi por primera vez hace más de veinte años. Luego, algunas veces que la han puesto en la tele me quedé a ver algunos trozos, pero entera creo que es la segunda vez que la veo.
Me pareció soberbia, juicio que se ha acrecentado en este segundo visionado. Es una película maravillosa. Muy británica, algo lenta pero con una intensidad notable.
La primera vez me fijé más en la trama política, en el atrezzo, en la decoración, en el guión. Pero lo que se aprecia en el fondo es una grandísima historia de amor. La relación con el padre también es para apreciar, sobre todo por la falta de emotividad y afectividad que entre ambos se profesan. Es esa frialdad la que gobierna la vida del mayordomo, la forma de ver la vida desde la perspectiva de los otros, de las personas a las que sirve. Una vida no propia, una vida prestada, una vida impropia, fallida, una abnegación hacia el servicio que va más allá de lo razonable, de lo que debe ser, de lo que se espera incluso.
Un retrato, probablemente algo exagerado y atildado de una sociedad que aunque existía era muy minoritaria. Una gran aristocracia que se negaba a morir y dejar paso a una sociedad más moderna, igualitaria y democrática.
Un gran Anthony Hopkins, Emma Thompson en estado de gracia,  James Fox tan 'británico' como siempre, Christopher Reeve que, la verdad, desentona un poco, Peter Vaughan con su solemnidad típica, y Hugh Grant joven y tan poco dotado para la interpretación como acostumbra siempre.
Ivory tiene cosas muy bonitas, sencillas pero siempre interiores, reflexionando sobre las cosas pequeñas, el día a día, la trascendencia de hacer las cosas simples de manera profesional y delicada.

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