martes, 8 de enero de 2019

§ 1.518. El misterio de los narcisos amarillo (Ákos, Ráthonyi, 1961)


Puede haber un subgénero de películas basadas en relatos de Edgar Wallace. Y otro de películas basadas en sus relatos hechas por alemanes del Oeste. No sé cuál es la razón, pero seguro que hay una.
Suena raro ver una cinta alemana del Oeste ambientada en el Londres más victoriano, pero seguro que eran muy admitidas.
Son películas muy teatrales, que bien podrían desarrollarse en un teatro, con escenarios muy cerrados, nada en abierto al aire libre, con actores bastante decentes, incluso internacionales. Las tramas son siempre muy circulares, casi obsesivas, que dan vueltas y vueltas sobre acontecimientos que, al menos en principio, no sólo no guardan directa relación entre sí sino que, incluso, no son especialmente importantes tomados por ellos mismos, apreciados por sí solo.
Están facturadas con indudable calidad, con un blanco y negro precioso, y con un cierto despliegue de medios.
Esta en concreto se deja ver, pero a veces se pierde la trama, con giros a los que no están acostumbrado, y con personajes que se confunden unos con los otros.
Me ha gustado mucho Joachim Fuchsberger, un actor con un empaque importante.

§ 1.517. Sombra y niebla (Woody Allen, 1991)


No me ha gustado nada. No sé si pretende hacer una nueva versión de Noche de circo de Bergman, cosa que no consigue, en absoluto,  si una versión más de El estrangulador de Londres, si una derivación de El callejón de las almas perdidas, o si una mezcla de todo eso.
En todo caso, con el reparto que tiene, con las posibilidades de la historia, con la cantidad de talento que se le supone, no consigue un  resultado óptimo.
Siempre me ha pasado lo mismo con Allen. No sé qué tiene que no me acaba de agradar. Tiene alguna chispa, gap inteligentes, puntos interesantes, planos brillantes, pero no ha visto una cinta de él que sea rotundamente una obra de arte. De las veinte que he visto (más o menos) sólo dos o tres me parecen excelentes: Annie Hall (1977); Manhattan (1979); Maridos y mujeres (1992) y Misterioso asesinado en Manhattan (1993)
Todas las demás no me han llenado.

§ 1.516. Texas, adiós (Ferdinando Baldi, 1966)

Los Spaghetti Westher no me suelen gustar mucho, no me parece más que entretenimiento barato, de baja calidad y sin muchos miramientos. Pero reconozco que es un género que tiene cosas aprovechables, entre ellas esta cinta, que me ha sorprendido gratamente.
Con el exponente de este tipo de cintas a la cabeza (Franco Nero) mantiene al espectador en su sitio y con un cierto interés por saber qué va a ocurrir, aunque todo es muy previsible.
La música es un elemento más de la película, y la fotografía está muy bien lograda.
Mucho golpe, mucho tiro, mucha venganza, mucho sadismo, y ninguna concesión al sentimentalismo. Pero tiene ritmo, está bien rodada, mantiene la tensión emocional y no defrauda en su resultado.
Es un auténtico subgénero, con adeptos por todas partes, incluso a gente que no le gusta mucho el cine sí siguen fielmente este género, que es, por otra parte, el único que ven. Es algo parecido a los que disfrutan únicamente con el cine de terror barato. No ven más que eso, circunstancia que no se produce con ningún otro género. A quien le gusta el cine negro, quien es un fanático de él también le agradan tras temáticas.

lunes, 7 de enero de 2019

§ 1.515. Saratoga (Jack Conway, 1937)

Entretenida comedia de un director muy olvidado pero que se le reconoce como un gran artesano.
Ambientada en las carreras de caballos destaca por la capacidad de anudar situaciones alrededor de las carreras de caballos.
Clark Gable está sublime, como siempre con esa galanura y hombría tan potente y con esa sonrisa eterna que enamoró a generaciones.
Jean Harlow está magnífica, en su papel de siempre, entre prudente adolescente consentida educada en colegios de pago y depredadora sexual sin ningún típico de propósito emocional ni implicación amorosa. Por cierto que fue su última película. Es más en el rodaje murió por un problema renal como consecuencia de la escarlatina que padeció de niña. 
Indudablemente la película funciona por la química entre ambos, potentísima. 
Lionel Barrymore está algo más desfigurado, le reconozco menos.
Da gusto ver películas de hace ochenta años y que tengan esa fuerza, esa potencia, esa capacidad de entretener, con guiones con fuerza, con energía, con capacidad para mantener al espectador pegado a la pantalla.

§ 1.514. La ciudad sin ley (Howard Hawks, 1935)

Como todas las películas de los grandes de verdad siempre dejan algo. Howard Hawks empezó fortísimo, continuó acelerando y terminó a toda máquina. Director sólido donde  los haya, marca un ritmo perfecto, un movimiento de cámara impresionante, sin excentricidades, ni tonterías, sólo se mueve lo necesario, el plano cambia únicamente cuando es necesario.
Los actores están bárbaros. Miriam Hopkins lleva todo el peso de la película y para ser de 1935 es sorprendente, porque supera con creces el metraje que soporta Edward G. Robinson que, la verdad, no era demasiado en el papel, y, sobre todo, con ese manierismo en la cara, con pendiente y camisas con chorreras... una memez.
Joel McCrea hizo una película con Hit y todas las demás del Oeste. Es, desde luego, un prototipo de género, quizá solo comparable a Randolph Scott, por su dedicación casi exclusiva a este género.
También cuenta con Walter Brennan, inolvidable en papeles del oeste, principalmente en Rio Bravo.
También cuenta con Brian Donlevy, quien bordó su mejor papel a las órdenes de otro grande, Lang en Los verdugos también mueren.
Me parece interesantísima película, marcada por su ritmo y sus tópicos pero muy bien hecha. Da gusto ver películas así.
En todo caso hay algo almibarado en la historia que no acaba de funcionar en el contexto en el que se presenta. Quizá no se pudiera hacer de otra manera, pero suena raro, sobre todo el desenlace.
El blanco y negro se ve perfectamente, con una claridad meridiana, y un sonido más que aceptable, una copia, en conclusión, muy bien tratada. Sobre todo para una cinta que tiene 85 años, que se dice pronto.
Muy recomendable.

domingo, 6 de enero de 2019

§ 1.513. La leyenda del gran judo (Akira Kurosawa,1943)


En todas las películas -que he visto- de Kurosawa llueve, en esta varias veces. Utiliza la lluvia como un punto y aparte, las escenas cambian, los personajes mudan el carácter, las escenas pasan de ser sombrías a luminosas, y la trama da un giro. Obviamente es un efecto propio, querido por el director, pero que ya se aprecia en esta su primera película.
También me gusta mucho cuando emplea la cámara como si fuera una cámara de fotos, con planos muy fijos que no se mueven, y en el que los actores prácticamente no pestañean, no mueven un músculo, se les ve condicionados por el paso del tiempo, sin poder modificar su destino ni ser capaces de conducirse a alguien sitio distinto del que se les está predestinado.
El arte marcial como aprendizaje de la vida, como camino de progresión personal, de superación. El aprendizaje de la vida no es muy distinto del aprendizaje de un arte marcial. Y lo que enriquece la vida perfecciona la técnica luchadora.
Me gusta mucho cuando dice que no se siente enamorado de la chica, sino que, simplemente, la ha visto rezar por su padres y que eso le ha conmovido. Qué mayor prueba de amor...!!!
Dos estilos, dos técnicas de lucha enfrentadas, que, supongo, para un entendido si se diferencia, pero que para un neófito no. A mi me parecen iguales, y el director no pretende mostrarnos en qué son distintas, ni en su técnica luchadora ni en su filosofía de vida. Lo que sí deja claro es que quien gane va a entrenar a los policías, y eso es, obviamente, además de dinero, prestigio para la propia técnica.
Me ha gustado mucho.

§ 1.512. Así mueren los valientes (Alfred L. Werker, 1955)

Entretenida película que se apoya en tres patas, dos actores de los considerados importantes: Fred Mac Murray,  y Dorothy Malone, y un director del oficio de hacer película del oeste, con más de treinta títulos del género, todos B, o semi B. El medico lo interpreta un Walter Brennan siempre muy reconocible.
Se me hace raro ver a Fred Mac Murray de algo que no sea militar o agente de seguros, La maldicen del Caine y Perdición marcaron su carrera. Era versátil, qué duda cabe, pero, a mi por lo menos, siempre lo asocio a Perdición. Al fin y al cabo es una de las mejores películas de todos los tiempos.
Rodada tres años después de Sólo ante el peligro (1952), aunque sin duda ésta es la mejor. No aborda con tanta crudeza la cobardía el pueblo, como en aquella, tiene un componente menos dramático, más 'peliculero', más lineal. Sólo ante el peligro tiene una carga de moralidad mucho mayor, más intensa, mucho más dura.
Esta es, sin más, entretenida. Se deja ver, sin más. Pero no araña, no estremece, no te sofoca como aquella. También es cierto que Mac Murray no tiene el empaque emocional, la carga sentimental y la altura cinematográfica de Gary Cooper, un Dios del cine, sin ningún tipo de dudas.

§ 3.390. Sacco y Vanzetti (Guiliano Montaldo, 1971)

  Una muy buena película, con una crítica dura al sistema político americano, su aversión a los sindicatos libres de trabajadores y a todo l...