lunes, 23 de abril de 2012

BORIS VIAN: Escupiré sobre vuestra tumba, Mondadori, Italia, 2002

     Debo reconocer que tengo cierta aprensión con determinados autores, prejuicios basados en atajos de la razón que no se justifican en nada en un juicio crítico sobre los mismos o sus obras. Especial tirria me dan los autores americanos "malditos"... Keruack, Vian, Buckosky, Vonnegut, Caver... No me gustan, ni sus tramas, ni cómo desarrollan los argumentos, ni sus personajes, pero como la dieta debe ser variada, siempre intento aportar alimentos de condición no convencional... En esto soy muy conservador, me gustan más Dos Pasos, Capote, Hemigway, Steimbeck, y sobre todo Faulkner, es más difícil de leer y de comprender, pero el más profundo y trascendente de todos. Más recientemente Auster es bueno, muy bueno, aunque su última novela: Diario de Invierno no vale nada. Es más es una obra que se vende por el nombre del autor, sin más. 
     Pues bien, esta obra me parece soberbia, magnífica, estupenda, genial. Alocada y enloquecida, pero genial en su formato y en su desarrollo dramático. Bien conocida es su dinámica y no voy a explicarla, pero me surge la oportunidad de comparar esta obra con las actuales películas gore, llenas de sangre y vísceras sin sentido. A aquellos que les gustan esas estructuras narrativas pueden leer esta obra y entregarse a este tipo de morbo de manera más estructurada. Los que reniegan de ella también pueden hacerlo con satisfacción, pues el autor es capaz de esconder debajo de la trama principal el verdadero propósito de la obra, la crítica a la sociedad frívola de la que seguramente participaba su autor con la persecución inclemente de los placeres que de manera poco convencional dice detestar.
     Es, en este sentido, una obra cínica, altamente cínica. Contraria a la vida que su autor bebía sin límites, en todos los sentidos, la obra hace pivotar sobre un asunto racial lo que en realidad es una crítica social. No sé qué dirán los hermenéutas de la obra, pero ni es una "escritura automática" ni narra lo que le parece de manera cerrada y precisa. Veo en ello una especie de giro teatral a su propia vida. Desconozco en qué época de su vida se escribió, sin joven o mayor, pero me parece una obra de un hombre acabado, harto, gastado por la vida, desecho en sus ilusiones y anhelos, en sus expectativas más íntimas y profundas. 
     Este es el tipo de obras que deben leer esas generaciones de lectores que detestan la lectura porque se les obliga a leer La Celestina y el Poema del Mio Cid, como si fuesen capaces de entender, a lo mejor ni siquiera leer, ese tipo de obras. Aquí tenemos una obra divertida, rápida, muy acorde a los tiempos actuales enloquecidos en sí mismos, y que permite varias lecturas, y varias interpretaciones. De trabajárselas un poco dependería la idoneidad de erigirse en una obra de toda una generación. A mi juicio lo vale, tanto como cualquier panfleto actual de vampiros y hombres lobo sexualmente atractivos que inundan la literatura juvenil.

DICK RICHARDS: Adiós muñeca (1975)

     Dick Richards es para mi, o mejor dicho era para mi, un auténtico desconocido. No había visto ninguna película suya, y puedo decir que a partir de ahora me fijaré con atención en sus obras.
     La adaptación de la obra del mismo título de Chandler es magnífica. Totalmente lineal, prácticamente no se ha modificado ninguna escena, siguiendo el guión de la obra desde el principio hasta el final. Lo cual sitúa a Chandler en un alto pedestal, tan elevado como Hammett, al menos. Aunque menos crítico, con una profundidad menor para lograr una trascendencia más allá de la emotividad de las circunstancias que narra, Raymond es mucho más entretenido, y eso se nota y mucho cuando se pretende plasmar en film la historia narrada.
     Lo que me gusta de la película son tres cosas. El color y el tratamiento de la imagen, muy logrado en relación con la época en la que se desarrolla la historia, finales de los años 50; la interpretación comedida de ese grandísimo actor que era Robert Mitchum, nunca considerado un grande nadie sabe por qué; y la fiel descripción de los personajes que realiza, tanto en su seguimiento fiel a la novela, como en los diálogos elegidos para la película.
     No es una obra de arte, no es una película maestra, pero está muy bien hecha, entretiene y se deja ver con cariño.

domingo, 22 de abril de 2012

TERENCE YOUNG: Joe Valachi (1972)

     No tan mala película como pudiera suponerse por los actores. La dirección es impecable, magnífica. El irregular Young consigue una de sus películas más notables. No tanto como Sola en la Oscuridad, claro, pero es una buen film.
     Buen trabajo de producción de Laurentis, que parece que estaba en todas las películas esos años. Buen guión, bueno, muy bueno. No sobra diálogo alguno, y algo que llama la atención en este tipo de películas: el fácil recordar los nombres de los personajes.
     Me llama la atención Charles Bronson. Empezó una carrera notable, con apariciones en películas buenas, incluso muy buenas. Pero luego languidece en una serie de muy malas películas... Al final es una especie de estereotipo de sí mismo... No hace mal su papel, fácil en su ubicación típica.
    La película es francesa e italiana, una especie de contestación a las películas de ganster que ya iniciaban su saga en la filmografía americana.
    Buena película si te gusta la temática y estás un poco puesto en cómo se desarrollaron aquellos acontecimientos aquellos años. No es, obviamente, El Padrino, pero está bien rodada, en un formato claro y diáfano, sin demasiadas complicaciones argumentales. Cine de palomitas, en definitiva.

sábado, 21 de abril de 2012

GARY FLEDER: Cosas que hacer en Denver cuando estés muerto (1995)

     Bueno. Mala película. Sin más. Entretenida a veces, pero con poco contenido interesante. El típico peliculón de palomitas y chucherias. Hombre bueno metido en el hampa, trabajo complicado por la ineptitud de sus subordinados, venganza del que manda, y orquestación sumamente efectistas. Buenos actores, casi todos y buen diálogo. Pero intrascendente. 

viernes, 20 de abril de 2012

MILAN KUNDERA El libro de los amores ridículos, Tusquet, 3ª ed., Barcelona, 2011.

     Ocho relatos totalmente independientes entre sí se aglutinan en esta obra del autor Checo. Muy en la línea de su forma de narrar, recuerda vagamente a las aventuras de Teresa en la Insoportable levedad... Esos grande giros en la trama casi circulares, esa particular obsesión con palabras y circunstancias, esa capacidad singular para exponer algunas particularidad naturales del amor como únicas e intransferibles.
     Más que ridículos en el sentido estricto de la palabra, estamos hablando de amores peculiares, o de circunstancias peculiares en donde se produce amores distintos, significativos, muy enrocados, sumamente apurados, casi al límite de la lógica.
     No todos tienen el mismo componente de "ridiculez". Por razones evidentes el primero de ellos es el que más me ha gustado, el que más me ha impresionado. Sobre todo por las consecuencias dramáticas que la elección de un amor inapropiado puede llevarle a la vida de un vulgar profesor de Universidad. Nada parece lo que es en ese juego de espejos que es la Facultad. Lo que hoy te encumbra como claro exponente del compromiso intelectual consigo mismo y con los demás, mirado desde otra perspectiva se convierte en actitud intolerante y autista de los demás y del régimen académico vigente.
     Los de los viajeros en un pueblo extranjero no me ha seducido. Los más peculiares son los protagonizados por el Doctor Havel. Al igual que García Marquez emplea con insistencia el recurso a hablar de los dentistas, Kundera lo hace con los médicos. No sé cuantos relatos suyos los protagonizan médicos. Este doctor es un don Juan inasequible al desaliento. Triunfador en la vida y en los amores, se enfrenta a dos tesituras, en cada uno de los relatos: enseñar a un joven doctor a que no hay que despreciar ninguna posibilidad de conquista que se avecine en el horizonte, y en el posterior relato a domeñar la decrepitudfísica que impone la vejez para intentar seguir siendo un don conquistador de leyenda. En ambos la obsesión personal como centro de la trama importa más que la realidad que le circunda. Su egolatría en grado mayúsculo, casi infantil, proyecta los problemas a los que se enfrenta: una compañera que intenta suicidarse, y un reportero interesado en la leyenda de conquistador del doctor, ahora internado en un centro de curación de problemas de vesícula, a una dimensión menor desde su punto de vista.
     Los demás relatos, uno dedicado a un chaval que para conquistar a una chica se convierte al catolicismo, y otro dedicado a una viuda que se enamora de nuevo y observa cómo el nuevo muerto sustituye al anterior pivotan sobre dinámica narrativa parecida.
     En conclusión, buena obra para quienes gusten de acicalarse el intelecto con la seda salvaje de la pluma de un escritor muy de culto.
    

domingo, 15 de abril de 2012

FRITZ LANG La casa del río (1950)

      Buena película de Lang, que narra el asesinato de una criada a manos de su señor. Éste invadido por la angustia acude a su hermano que, enamorado de su mujer, le ayuda a sumergir el cadáver en el río, probablemente el Mississippi o alguno parecido, muy caudaloso. El sur manifiesta todas sus debilidades: hombre bebedores, mujeres superficiales, sirvientes solícitos. Curiosamente no aparece ni una sola persona de color, lo que no deja de ser significativo, porque las ropas, la trama, las casas y el río hacen visualizar un característico sur Norteamericano.
     La esposa, también enamorada de su cuñado, aunque con menos vehemencia que éste, sospecha de su marido. Las explicaciones que cuenta sobre la desaparición de la muchacha no son verosímiles, tiene pocas soltura al contar cuándo se fue la chica, se pone nervioso al hablar de ello, etc.
     En el juicio todo carece indicar que el hermano, que únicamente ha colaborado en el ocultamiento del cadáver, pero no ha sido artista principal en su muerte va a ser condenado. Finalmente sale absuelto, y la policía sospecha del verdadero asesino, su hermano. Éste, finalmente, en un ataque de enajenación, intenta matar a su propio hermano y a su esposa, con el objetivo de ocultar su primer asesinato y darse publicidad como escritor.
     Porque la ironía de toda esta trama radica en que el asesino es un escritor, mediocre y bastante amargado, qué únicamente empieza a vender sus obras antiguas tras la desaparición de la muchacha y la recuperación de su cadáver. Precisamente lo que le lleva a idear el asesinato de su hermano y esposa es la necesidad de publicidad adicional para poder vender su nueva novela: Muerte en el río, de claros tintes autobiográficos con respecto al episodio anterior. No sabemos cuál era la opinión que tenía Lang de los escritores de bestseller, pero no debería ser demasiado buena. Aquí se nos presente, en definitiva, un asesino psicópata cuya motivación para el homicidio compulsivo no es el dinero, el sexo o la fama, sino únicamente la necesidad de notoriedad indirecta para vender sus libros.

sábado, 14 de abril de 2012

ROBERT SIODMAK: El diablo ataca de noche (1957)

     Desde luego en 1957 Robert Siodmak había hecho ya sus mejores películos. Una Vida Marcada; La Escalera de Caracol, El Abrazo de la Muerte, y sobre todo Forajidos, considerada por cualquier crítico de cine del mundo de todos los tiempos como una indudable obra maestra.
     El 1957, después de su vuelta a Alemania tras la guerra mundial, filma esta película que, de alguna manera ajusta cuenta con el pasado. La trama es sencilla, pero en toda ella pretende dejar en evidencia el régimen nacionalsocialista totalitario que había gobernado su país y Europa en los años de la guerra.
     Un inspector de policía en la averiguación de un crimen de una mujer, cometido por un miembro del partido y de la SS descubre que otros crímenes de factura parecida se han producido en otros lugares cercanos años anteriores. La jerarquía del régimen le patrocina todo tipo de medios para que averigüe quien ha sido el autor de esta serie de crímenes. Cuando lo averigua, el acusado del primer crimen es condenado a muerte. Para salvarlo revela el secreto al magistrado del caso que, obviamente, informa a la superioridad jerárquica. En fin, tras varias peripecias el régimen decide que no puede hacerse pública la existencia de un criminal el serie: en el paraíso alemán no hay lugar para este tipo de crímenes.
     Acusado de traición es enviado al frente, el criminal en serie asesinado y el acusado injustamente disparado cuando intentaba huir.
     De manera sutil a lo largo del film en determinadas escenas se efectúa una crítica bastante severa de la ideología nazi. Para empezar todos los así considerados en la película: o están bebidos, o son débiles mentales, o padecen algún defecto físico. El único que no reúne alguna de estas características es el capitán que encarga al inspector la persecución. Ahora bien, en dos o tres escenas es cariturizado como un  megalómano tendente a la ligereza en los asuntos que le conciernen y más dedicado a los placeres mundanos que a otra cosa. En el único momento que se revela su fortaleza es para exponer al inspector que el interés que se tiene en la persecución del asesino en serie viene de la oportunidad de elaborar una norma que de manera preventiva acabe con los débiles mentales.
     El asesino en serie obviamente es un chico fuerte pero deficiente. Llama la atención dos particularidades de su fisonomía. El parecido dramático, a mi me lo parece, con M El Vampiro de Dusseldorf de Lang, y la escasísima dificultad con la que el inspector da caza al maníaco, en una escena memorable, con una pelea un tanto ridícula entre el inspector y el asesino.
     En definitiva, una película bastante decente, que se deja ver y aunque no es una grandísima obra de Siodmak sí pertenece a su factoría, especialmente apreciable cuando se narra el proceso de búsqueda del asesino en serie, aquí sí puro cine negro.

§ 3.390. Sacco y Vanzetti (Guiliano Montaldo, 1971)

  Una muy buena película, con una crítica dura al sistema político americano, su aversión a los sindicatos libres de trabajadores y a todo l...