domingo, 19 de marzo de 2017

FORD, John. Cuna de heroes (1955)

   Este post está dedicado a Pepe Luján, que el otro día me preguntó, en la toma de posesión de D. Alfredo Montoya como Magistrado del Tribunal Constitucional, si Eastwood era un nuevo Ford. No sé si lo leerá, pero voy a intentar explicarme..
   Esta película, Cuna de Héroes (1955) es muy de Ford, y sirve bien al planteamiento que quiero hacer.
Ford no era un hombre cinematográfico, hacía películas, pero no buscaba articular discursos cinematográficos, no es Wilder, ni Wyler, no es Preminger, ni Lang... ni Hitckock, obviamente, ni es Robert Wise, ni Siomadk, ni Tournier, ni Huston... Es Ford. Y eso que significa exactamente?. Es sencillo, Ford es el cronista de lo cotidiano, no de espectaculares construcciones ornamentales poco creíbles aunque efectistas. 
   No busquen en Ford cosas excepcionales. Es el director del día a día, de las cosas comunes, de lo cotidiano, de lo ordinario. No necesita, no quiere, montar sus películas sobre suceso o acontecimientos fuera de la realidad. En ninguna película de Ford las cosas que suceden pueden no suceder en la realidad. Por eso no rodó ciencia ficción, o cintas sobre el futuro. Sus héroes, sus personajes, no son ni dioses ni antihéroes, son humanos, con errores y sufrimientos, con pasiones ordinarias, normales. No tienen el peso del mundo sobre sus cabezas, no son líderes morales que pretenden con su ejemplo contribuir a que la sociedad prospere.     
   Ni siquiera están seguros de que su obrar sea el adecuado, ni siquiera están seguros de que si se volvieran a encontrar con la situación que tienen se comportarían igual, de manera idéntica. Lo que sí tienen sus personajes es autenticidad. Absoluta y radicalmente autenticidad. Son como son las personas excepcionales en situaciones ordinarias.
   Desde ese punto de vista hay películas de Eastwood que sí pueden ser fordianas. Medianoche en el Jardín del bien y del mal, Gran torino, o mismamente Sin perdón.
   Frente a los grandísimos directores que he nombrado, que sí necesitan articular una película alrededor de sucesos extraordinarios, Ford hace una obra de arte como esta con cuatro cosas, ninguna de ellas especialmente aprovechable por los otros directores, y ninguna de ellas singularmente noticiable.
   Otra de las características de Ford, desde un punto de vista técnico es que la cámara siempre es un tercer narrador objetivo, que no se posiciona por ningún personaje y, sobre todo, que es utilizada como un instrumento narrativo. Escribe en tercera persona, narrando acontecimientos, situaciones y pasiones desde fuera, sin tomar partido. No encontraran en todo Ford un contrariado, un trávelling, un juego de sombras y luces... todo lo que hace con la cámara lo podríamos hacer cualquier humano. Poner la cámara en el sitio y abrir el obturador. La diferencia es que él ve por la cámara, mira de forma distinta y ese es su mérito...  Con la cámara te cuenta lo que ocurre, sin más.
   Desde el punto de vista emocional, su emotividad es siempre natural, siempre sobria, solemne, discreta, serena. No hay desgarros, traumas, pasiones desbocadas. Es naturalidad, tranquilidad, objetividad.
   Ford es, en definitiva, un narrador de historias cotidianas, que busca en la normalidad de las emociones su material para las películas. Huye de efectismo, de situaciones complicadas, de tramas complejas y poco creíbles en la realidad. Es naturalidad, tranquilidad, emotividad suave, serena, objetiva...
   Y claro, no lo olvidemos, es Tyrone Power, el mejor actor de su época, de largo (quizá junto con Ray Millan, obviamente) y Maureen O´Hara, dos bestias sagradas del cine.
Cuando Ford hace de Ford, me gusta, me gusta hasta los créditos de la película... 
Eastwood es, obviamente, un director magnífico. Pero simplemente no es Ford, aunque algunas de sus películas puedan ser Fordianas...
   Esta cinta en concreto me ha encantado. No la había visto. Me gustan dos cosas de ella. La determinación irlandesa de permanecer en el ejército de la mujer de protagonista, y la escena de como muere y como, simplemente, él se queda viudo. Sin más. No hay dramas más allá de la realidad. No hay desgarros, te los imaginas, pero no te los muestra. El hombre que hace de cada día su obra de arte, que simplemente de lo mejor de sí mismo en todas las circunstancias, sin pretender trascender, sin darle a su quehacer un sentido determinista es un hombre Ford. Eso te prepara, llegado el caso, y como ocurre en sus películas, a desempeñar en algún momento un papel protagonista en una determinada historia (que es, exactamente, el caso de esta cinta), pero cuando te comportas como siempre has hecho, cuando haces lo que sabes, porque lo sabes, porque lo has hecho en muchas ocasiones, no reclamas para ti ningún mérito, ningún oropel, ningún papel estelar. Simplemente lo haces porque lo has hecho. Lo haces porque es lo que tienes que hacer. Lo haces porque es lo un hombre o una mujer de su tiempo hace cuando lo tiene que hacer.
   No es, obviamente, El Hombre tranquilo, ni Escrito bajo el sol... no es una de sus mejores cintas, naturalmente... Pero es excepcional, solo un paso por debajo de ser considerada una obra de arte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

§ 3.350. La tragedia de la Bounty (Frank Lloyd, 1935)

  La primera versión de un clásico de aventuras. Me encantó la de Milestone de 1962. Algo menos la de Donaldson de 1984. Reparto espléndido,...