lunes, 14 de diciembre de 2015

BERGMAN, Ingmar. Sueños (1955)

No me ha gustado demasiado. Tiene una visualizad mágica, magnética, peculiar. Muy reconocible, cinematográfica. La trama es interesante, dos historias que se entrecruzan para un resultado más que reconocible. Comienza mostrando dos mujeres con sus respectivos sueños y termina como empezó, exactamente en el mismo sitio, prácticamente haciendo lo mismo y con idéntica sensación personal por cada una de ellas. Han experimentado un viaje emocional friccionado, una de ellas con un guapo cónsul que le regala un vestido y unas joyas y otra con un amante casado que es incapaz de dar un golpe de mano para reordenar su vida matrimonial, su vida en general.
En el fondo plantea algo muy humano, profundamente humano, digno y propio del género. La necesidad de ser querido es consustancial al hombre, y ello lleva a buscar dicho afecto en cualquier sitio y lugar, bajo cualquier fórmula y en cualquier situación. El discurso de la mujer del amante de la protagonista cuando le comenta la seguridad que tiene en que su arruinado marido la abandone y siga con ella por una mera cuestión de comodidad emocional es fascinante, de una intensidad desgarradora, impresionante. Por ella vale un película entera.
No es un cine que me guste demasiado, me agrada más la intensidad de un cine más fácil, más 'americano'. Este cine europeo, tan de 'pensar' me agota un tanto, me obliga a una atención que no quiero desplegar a esas horas de la noche. Pero cada vez me agrada más, me motiva y subyuga. Tiene virtudes acusadas y defectos más que evidentes.

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