jueves, 10 de enero de 2013

SIRI HUSTVEDT: Elegía para un americano, Anagrama, Compactos, 2010, 388 pg.

     Pues me ha sorprendido, y para bien. Al principio me pareció una novela de una fuerza terrible, descomunal. Su propósito era titánico: narrar al hilo de un texto que se supone manuscrito encontrado de la vida de un padre recién fallecido, intercalar las historias personales de su mujer y de sus dos hijos, principalmente, uno de ellos siquiatra divorciado, y la otra viuda de un escritor famoso recientemente fallecido a quien la están haciendo chantaje por unas cartas que escribió a su amante, de la que, al parecer, tiene un hijo varón.
     Las primeras cien páginas son estupendas, rápidas, muy bien trazadas, tremendamente fuertes... a partir de ahí la cosa se complica, comienzan a desparramarse letras sin demasiado sentido, se cruzan dos historias de amantes del hijo, una de color y la otra una compañera de trabajo que dificultan bastante la introspección interior que pretende buscar el personaje de la novela a través de la lectura de las cartas de su padre y del secreto que esconden: el enterramiento en la finca familiar de un niño nacido muerto, que sólo muy al final de la novela tiene aparición real.
     Sinceramente, si tuviera ciento cincuenta páginas menos tendría mejor coherencia interna, más estructura de novela de encuentro consigo mismo.
     Tengo que leer más de Siri Hustvedt, a ver si mi apreciación es real o no, si continuo entendiendo que escribe bien pero que sobre actúa, o, por el contrario, que se encuentra en sus justos límites. 
     La fama le llega, no hay que olvidarlo, por ser la esposa de Paul Auster. A mi parecer, de mero aficionado nada profesional en la crítica literaria, no tiene comparación posible. Auster es un autor de talla, de fuste, de verdadero calado. Esta novela es buena, sin llegar a ser brillante, pero se va diluyendo en la retina del lector como un azucarillo en café caliente, mientras que las mejores de Paul son verdadero azúcar glasé: hay que romperlo con la cucharilla para que café está azucarado.

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