domingo, 6 de mayo de 2012

RICHARD BROOKS: Con los ojos cerrados (1969)

     Brooks es un valor seguro. Si no sabes qué ver y tienes pendiente alguna suyo, no lo dudes. Sólido, firme, buen narrador, siempre con buen pulso. Incluso en una trama como esta, crítica con una institución tan norteamericana como el matrimonio lo hace muy bien. Una madura pero guapísima Jean Simmons pierde su vida entre Vokda y Sedondal para amortiguar la infidelidad de su marido. No es que él sea un crápula, la quiere y todo eso, pero tiene una amante. El espectador no lo sabe a ciencia cierta pero lo imagina. Sin embargo ella no es que trabaja con la hipótesis, es que se está dejando la vida en ello, incluido un intento de suicidio.
     Suelen celebrar su aniversario de boda con una fiesta. En este año, el número dieciseisavo una sorpresa le deparará ella. Viaja a Nassau sólo con un billete de ida para ver la isla, para descansar, porque le apetece, a pesar de tener muy restringida las posibilidades de viajar o de manejar dinero, dados sus antecedentes: alcoholismo, suicidio, etc.
     Vuelve rehecha, más madura, mejor. Sin dependencias. Vuelve a trabajar. Él le pide que vuelva a casa y ella le pregunta ¿te volverías a casar conmigo si fuesen libre?. No hay respuesta, él baja los ojos, termina la película.
     Crítica feroz a la institución matrimonial y a sus clásicos arreglos domésticos. Hay una escena muy bien conseguida cuando ella está en la isla y se encuentra a una amiga de la carrera y a su amante varón, casado naturalmente, que hace un discurso sobre cómo la sociedad contemporánea ha construido su progreso económico y social sobre la protección a una institución que lo único que hace es socializar el sexo para embocarlo en un cauce razonablemente permitido. Brillante, muy brillante.
     Michel Legrand hace la música, muy buena, y hay una canción que no he visto de quién es en los créditos, quizá de Shirley Beckett muy bien entonada.
     En definitiva, excepto para quienes la temática de los dramas amorosos le llegue lejos, es una muy buena película, bien rodada, bien expuesta, y con actores muy razonables. El demasiado plasticoso John Forsythe quizá sobreactúa un tanto. Si a estos actores los sustituyes, diez años más tarde por Robert Redford y Barbara Streisant tenemos otra película: Tal como éramos, mucho mejor ésta, sin duda.

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